Homenajes

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HOMENAJE A JACQUES LACAN

9 de Setiembre de 1991
… a 10 años de su muerte.

Olga M. de Santesteban

Homenaje a Jacques Lacan es para mí un ejercicio de lectura.
La lectura de una obra dedicada a los psicoanalistas, un esfuerzo -como decía Jacques Lacan- por amaestrar las orejas de un supuesto auditorio aún antes de que existiera en su verdadera dimensión.
Recortaré de esta obra secuencias que marcan para mí tor­siones fundamentales que una vez producidas no hay vueltas atrás, ya no se vuelve a pensar igual, es diferente.
Sus nudos van de la lógica del significante a la lógica del fantasma, ubicando su tiempo intermedio en la angustia.
Antes de pasar a su obra, comenzaré por decir -ya que consideramos este acto una celebración- lo que Jacques Lacan nos, aportó en este punto.
Corresponde al seminario La Angustia del año 1962-63 y surge cuando aborda la cuestión del duelo. Muestra allí que…

…hay diferentes modos de celebración en los cuales Freud supo descubrir esa función implacable y esa especie de revés que nos muestra el duelo, cuando se despliega en los llantos que se le consagran a aquel que ya no está, llanto que muestra su fondo de reproche, que vemos en el hecho de que sólo se quieran recor­dar, de la realidad de aquél a quien se ha perdido, las penas que dejó.
¡Qué sorprendente crueldad! … dirá Lacan…
… Hay otro modo de enfrentar una pérdida.
 ¿Por qué no regocijarse de que él haya existi­do?
Hay otros modos de celebración legítimos, aquellos que cele­bran el advenimiento de aquél que fue a esa especie de gloria simple que merece por haber sido entre nosotros, simplemente un ser vivo…

Los tiempos en que Jacques Lacan va articulando la lógica del significante comienzan por introducir el valor fundamental de  Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoaná­lisistexto considerado fundante del campo freudiano que comenzará en Roma del 53 a diagramar los fundamentos del psicoanálisis.
Del sujeto por fin cuestionado mostrará los espejis­mos de la prestancia narcisista y su relación al fundamento de la estructura de ese sujeto: su fantasma.
La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud… y La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis, mostrará su retorno a la verdad que Freud había formalizado.
La dirección de la cura y los principios de su poder, indicaban una dirección para definir la tópica del inconsciente, la función del sujeto, su sujección al significante y conducían a encontrar las estrategias a través de las cuales se introducía al sujeto en el lenguaje de su deseo por efecto de puntuación.
Mostró así el automatismo de las leyes por las que se articulan en la cadena significante, la metáfora y la metonimia, sustitu­ción de un término por otro, combinación de un término con otro, para atestiguar la relación del deseo con esa marca del lenguaje que especifica el inconsciente freudiano y descentra nuestra concepción de sujeto.
Vino luego Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano.
El inconsciente se reconoce en una voz interrogativa, en la marcha de una argumentación… hasta que dé una respuesta que no sea del orden del arrebato o del derribamiento, sino que más bien «diga por qué».
Si llevamos al sujeto a alguna parte… -decía- es a un desciframiento que supone ya en el inconsciente esta lógica que permite anudar más íntimamente el régimen del saber con el de la verdad.
¿Y qué era la verdad en aquellos tiempos? no otra cosa, sino aquello de lo cual el saber no puede enterarse de que lo sabe sino haciendo actuar su ignorancia.
Punto fundamental que lo lleva a Lacan a decir que por esta vía se llega al saber absoluto.
Pero es por esta vía que encontrará la iluminación necesaria para formular en su verdadera medida el dramatismo de Freud.
El inconsciente a partir de Freud es una cadena de signifi­cantes que en algún sitio se repite e insiste para interferir en los cortes que le ofrece el discurso.
¿Quién habla, cuando se trata del sujeto del inconsciente? Su respuesta fue contundente: esta respuesta no podría venir de él, si él no sabe lo que dice, ni siquiera que habla… como la experiencia del análisis nos lo enseña.

Sus Escritos decisivos, con un estilo que despertaba una pasión, un estilo que poseía valor de acto analítico, si se mide por sus consecuencias…
…anudaba un compromiso, reforzaba la responsabilidad de continuar una obra, y la marcha de un pensamiento que poseía vigor de engendramiento… frente a su discurso sólo cabía -tal como él mismo lo seña­ló- frente a la obra de uno de los grandes: Diego de Velázquez, con sus Meninas …
«ante el cuadro somos atrapados, bajamos la mirada, como se baja el calzón y así el pintor nos introduce en el cuadro».
Y el calzón se bajaba frente al impacto de su metáfora… de la cual solo ubicaré un tramo de Subversión del Sujeto

«allí donde eso estuvo… allí donde estaba en este mismo momento, allí donde por poco estaba, entre esa extinción que luce todavía y esa eclosión que se estrella, yo (je) puedo venir al ser desapareciendo de mi dicho.
Enunciación que se denuncia, enunciado que se renuncia, ignorancia que se disipa, ocasión que se pierde, ¿qué queda aquí sino el rastro de lo que es preciso que sea para caer del ser?»

Eran los tiempos donde surgía la pregunta por el sujeto del inconsciente.
Sujeto en fading… significante oculto.
Corte, traspié, él no lo sabía… un poco más y sabía…
… ¿no lo sabía según su deseo?
… no conocía ni el sentido de su deseo, ni su texto, ni en qué lengua estaba escrito, ni siquiera que lo han tatuado en su cuero cabelludo rasurado mientras dormía.
Hay una heráldica, blasones del cuerpo y lo imaginario de su esquema mental.
S.I.R. hacen su entrada para una nueva lectura de la tópica freudiana.
Hay sumisión del sujeto al significante, la palabra encontra­rá su verdadero lugar con el paso de la ficción al orden del significante y el significante exige otro lugar… lugar del gran Otro… como testigo… para que la palabra que soporta pueda mentir… es decir, plantearse como verdadera, la palabra así recibe esa marca que la instituye en una estructura de ficción que enmascara  el enigma del deseo y del goce renunciado… que hará fijación instituyendo la fixión como marca.
Punto que en cada trabajo se articulará al nudo fundamen­tal: ¿Qué es un Padre?
… diferentes versiones, nos permiten ampliar el universo de esta pregunta que será respondida a través del R.S.I.
Partiendo de ese operador estructural que constituye el padre en su versión real, tal como lo enuncia el mito freudiano en «Totem y Tabú», irá mostrando la equivalencia del padre muerto y el goce.
Esa figura feroz, despótica, cruel que lo ubica como el único gozador de todas las mujeres.
Ya Lacan señalaba haciendo una broma que aquél que goza de todas las mujeres, concebible sólo por la imagina­ción, mostraría su lugar de mito dado que._ es normalmente perceptible que ya es mucho ser suficiente para una.
Entonces el hecho de ser ubicado como mito nos señala que se reduce a un enunciado de lo imposible y que es una construcción lingüística, es decir, que no es otra cosa que un efecto de lenguaje…
El padre muerto, como figura necesaria soporta la emergencia de la Ley, punto central del plano Simbólico.
El padre en su lectura imaginaria, siempre aparece como padre a matar, figura de la novela familiar del neurótico, siem­pre siendo otro, desdoblado, degradado, idealizado…
Había que extraer el fantasma de la estructura del deseo para ponerlo en causa, centramiento del Edipo…tal como Jacques Lacan lo formaliza en El revés del psicoanálisis.
En 1960 la transferencia enriquece el tema del amor, con un nuevo concep­to: la disparidad subjetiva.
Un progreso en la identificación, un nuevo modo de situar la repetición ubicada en los circuitos pulsionales anudados al objeto a.
Un centramiento del nombre propio como un significante especial en relación a la marca que allí dejó el objeto a, abren a nuevas relaciones entre el deseo y el goce.
Llegamos al Seminario La Angustia donde vuelve a tomar el aporte freudiano, el Yo es el lugar de la señal de la angustia… pero no es para el yo que se da la señal.
Es para que el sujeto quede advertido de algo, queda ad­vertido de ese algo que es un deseo, es decir, una demanda que no concierne a otra cosa que a mi ser mismo, es decir, que me pone en cuestión, me interroga en la raíz misma de mi pro­pio deseo como «a», como causa de ese deseo.
Nada puedo hacer para romper ese apoderamiento salvo comprometerme en él.
«Esta dimensión de la angustia es la dimensión del análisis y me compromete en él por la vía del amor, a propósito del cual pienso en una verdad conocida pero a la cual nunca se le dio su lugar: que en la medida en que el deseo interviene en el amor, del cual es una clave esencial, el deseo no concierne al objeto amado»
Recuerdo aún los ecos de esta consecuencia clínica que el texto aporta: es lo mismo (que Freud) pero diferente!…
Pero aún más… cuando se pregunta ¿cuál es el uso que podemos hacer de la función de la angustia en la cura?
Vislumbrarán la respuesta…
… siendo que es en la angustia donde el sujeto está ceñido, concernido, interesado en lo más íntimo de sí mismo… la angustia es el medio del deseo al goce.
La angustia acompaña esa interrogación fundante del sujeto que le hace decir: no se qué objeto a soy para el deseo del Otro, remite al vacío, es un afecto, es tentación, es presencia del ob­jeto, no es sin objeto a… es el límite de la imagen especular.

La angustia es la única traducción subjetiva del objeto a.
Objeto a recorrido y diagramado en el seminario desde el conjunto pre especular de lo que es -a- a partir del primer corte, esto es, las envolturas como elementos del cuerpo, el objeto de la pulsión oral-anal, fálico… la voz y la mirada…
¿Cómo desea el neurótico?
El neurótico, no puede desear sino es según la ley… porque el deseo es la ley.
Lo que normativiza el deseo mismo, lo que lo sitúa como deseo, es la llamada Ley de prohibición del incesto
El neurótico se dirige a la búsqueda, a la institución de la ley misma que tiene necesidad de pasar, para dar estatuto a su deseo, para sostener su deseo.
Este texto  marcó consecuencias en la posición del analista, coloca en el centro de la cura el sostener un dispositivo que permita crear las condi­ciones, en que la ley ha funcionado para abordar sus impasses y establecer allí una escritura de ese real imposible.
Pero en el dispositivo de la cura se observa que el sujeto rehúsa renunciar a su goce, porque no quiere que el Otro se aproveche de él.
El Goce se rehúsa a la interpretación, el goce se rehúsa a pasar por el Nombre del Padre -dirá Lacan.
Es por esto que abrió el camino a esta problemática inven­tando el objeto a sobre el modelo freudiano de las pulsiones y sus viscisitudes para aportar al psicoanalista un medio para operar con el goce.
Llegó así a ubicar la lógica del significante en la cual el analista es el soporte del s.s.s. En este sentido progresa en el orden del saber, revelando al analizante la relación entre el sujeto y el saber y su anudamiento en la sexualidad y la muerte.
Pero en La lógica del fantasma el a se resiste al significante, un nuevo lugar para el psicoanalista: puede en nombre del amor de transferencia abordar el goce, al rehusarse al saber.
El objeto a se presenta en la cura bajo el amor de transfe­rencia.
Es por esto que Lacan mostró que la transferencia no es interpretada pero sí dirigida, se trata de operar sin interpre­tar.
Lacan habló en este punto de estrategias para operar cuando el analista encarna el goce, la angustia será la guía, el punto pivote entre el goce y el deseo, también el puente.
El analista podrá situarse entre el goce que encarna y el deseo que se rehúsa para el saber, es por ésto que en la lógica del fantasma el analizante acepta el axioma del fantasma que no necesita de ninguna explicación ni demostración.
Así el analizante puede abordar esta trampa recorriendo las implicancias de su fantasma y comprometerse en esta vía que no surge por la lógica del significante ni por la asociación libre. No está en las palabras.
Sus efectos se ven en los actos y en la vida.

Posterior a La lógica del fantasma Lacan propone «El acto psicoanalítico» y señala las diferencias entre una vida privada, una vida pública y una vida analizante.
…Un psicoanálisis que opera con la lógica del fantasma lleva al analizante a poder asistir a que su fantasma se presenta en la transferencia.
Al no interpretarla el analista permite que se coteje el sujeto del  deseo con el lugar o la posición que ofrece el fantasma y el goce que proporciona.
    Este cotejo entre deseo y goce puesto en acto en transferen­cia lleva al punto de encrucijada esencial y ética: para abordar el deseo hay que perder o arriesgar el fantasma cuyas diferentes vueltas en la repetición van mostrando y exigiendo esa pérdida.
Pérdida necesaria para rehusar el deseo en el fantasma y ganar el deseo en el lugar de causa.
Pérdida ética esencial que todo analizante acepta cuando encuentra en esta pérdida la restitución de su historia, cuando ya no es necesario encarnar la verdad de su estructura y cuando interrogando la verdad de su estructura y de su historia ya no necesita ser él mismo, en el sufrimiento de su síntoma la res­puesta a esta verdad.
     Este sufrimiento es goce.
     Goce que sólo ofrece la pérdida del ser más esencial.
Goce que se sustenta en el goce del Otro que todo fantasma permite.
Recordemos el aporte freudiano, tal como se despliega en una cura.
… un niño espiando escondido mira como le pegan a otro niño, en esa posición, se regocijaba pensando que él era el amado.
Es en este amor que imaginaba donde espiaba «con las orejas» como diría Freud, y descubría cómo el padre en sus excesos aplica una norma y castigaba a quien no la había cumplido, al mismo tiempo que enseñaba que la ley tiene su existencia para ser cumplida.
Pero al mismo tiempo hacía la experiencia de ver en qué circunstancias funciona la ley y descubría a aquél que látigo en mano marcaba el cuerpo con el golpe del látigo.
Exceso y límite serán usados de aquí en más para la turba­ción masturbatoria, que obviamente solo captará la figura del exceso. ¿Palabras?, no… la acción de pegar, ruídos, jadeos, temperatura corporal, palabras que sólo se usan en la intimi­dad por ser obscenas, groseras. Grotescas, sudor corporal, cambio de color de la piel… diferencias entre el adentro y el afuera … y en la vida el analizante encontrará en las situaciones denigratorias ejercidas por alguien que detenta la autoridad esta mitad de sujeto que se le escapa y la identificación con ese niño pegado que restituye.
Aprendimos así que sólo por el amor de transferencia será posible volver a restituir en su verdadera dimensión el Goce del Otro, que aunque no existe no exime que el analizante lo ima­gine, lo anhele y se entregue a él.
Operación necesaria a la posición del analista… que convoca al acto… no a las palabras… el discurso analítico es un discurso sin palabras.
La suposición de la existencia del Goce del Otro produce medios de producción de goce, el saber es medio de goce…
Por esto, Lacan decía que lo que se espera de un psicoanalis­ta es que pueda hacer funcionar su saber en términos de verdad. Allí donde aparece el plus de gozar, se perfila el acto ana­lítico para corregir la satisfacción en más.
Es alrededor del tema de la satisfacción que rescataría las palabras de Jacques  Lacan, entendiendo que produce sobre el texto freudiano una marca esencial que centra, define, ordena y ubica la posición del ana lista en el discurso analítico.
Así que después de pasar por «El revés del psicoanálisis», «El acto analítico» y «La lógica del fantasma», vuelvo a «Los cuatro Con­ceptos fundamentales del psicoanálisis».

…«está claro que los pacientes no se satisfacen, como se dice, con lo que son. Y por tanto, sabemos que todo lo que son, todo lo que viven, sus mismos síntomas, dependen de la satisfac­ción. Satisfacen algo que sin duda va en contra de eso con lo que podría satisfacerse o quizás mejor, satisfacen a algo.
No se contentan con su estado, pero a pesar de ello, estando en este estado tan poco contentador, se contentan. Toda la cuestión radica justamente en saber qué es ese «se» que ahí es contentado.
… para la clase de satisfacción que se da, se dan demasiado trabajo. Hasta un cierto punto, este demasiado trabajo es la única justificación de nuestra intervención.
…lo que tenemos ante nosotros en el análisis es un sistema en el que todo se acomoda y que alcanza su propia clase de satisfacción. Si nos mezclamos en ello, es en la medida en que pensamos que hay otras vías más cortas… si nos referimos al nivel de la pulsión el estado de satisfacción debe ser rectificado».

Para rectificar esta satisfacción en más, la voz y la mirada, el seno y el excremento acompañan esta producción de goce, que supone esta satisfacción.
La transferencia opera a través de estos objetos.
Así entiendo que se opera en la transferencia. Esto ubica también que no se puede abordar directamente el objeto a porque su medio de expresión es la transferencia. Recordemos que el narcisismo presta su vestimenta al objeto a.
Sabemos también que la transferencia se separa de la re­petición. En la repetición sólo se va a conmemorar la irrup­ción de goce, esto es aquello que pone en juego la mitad de sujeto, esto es, el fantasma, mostrando las posiciones de de­nigración, de capricho del Otro, de usufructo de poder, de uti­lización de su ser.
Sería deseable que sólo la transferencia sea el escenario de este goce obsceno para que su entrada en el discurso analítico la coloque en la dimensión de la castración, en la pérdida del objeto, en la hiancia abierta… en la falta a gozar… en fin en su verdadero lugar que supone que está destinado al fin a la pérdida… a la eliminación del proceso, en tanto que pueda el psi­coanalista asumir este lugar, de efecto de discurso que es efecto de desecho…
Dado que se trata de un homenaje y éste es el tiempo de una obra y de un autor… la consecuencia ética que de esto resulta es una respuesta personal de los modos en que se participa de ese discurso… y tocará a cada uno autorizar qué de esta obra forma parte de sus actos… y qué será posible otorgar como testimonio en el pase ya no como respuesta a un sueño de Freud, sino a un deseo de Lacan.

Ratificado 2008