Presentación de Seminarios de Jacques Lacan

Presentación de Seminarios de Jacques Lacan

El Acto Psicoanalítico

1982- presentación del seminario de Jacques Lacan

Olga M. de Santesteban

Partimos del des-ser del sujeto supuesto al saber.
El acto es la caída del sujeto supuesto al saber y su reducción a un advenimiento del objeto a como causa de la división del sujeto que viene a su lugar.
                                                            Jacques Lacan 1967-68

Presentamos en esta reunión algunas trazas de la lectura del seminario El Acto Psicoanalítico de Jacques Lacan.
En su enseñanza es el seminario número 15 y constituye un lugar de verdadera invención al ofrecer después de La lógica del fantasma una fórmula que establece por primera vez en la historia del psicoanálisis, las posiciones a ocupar en la disparidad subjetiva que supone la transferencia.
Fue el seminario que acompañó el acto de fundación de la Escuela… su búsqueda, su encuentro, su traducción y su presentación llevan  el eco del descubrimiento, del impacto de una articulación absolutamente nueva y decisiva para el analista en  la dirección de la cura…  el eco también… porqué no!… de la fascinación,  del enamoramiento frente a los nuevos significantes:

El Acto-el Acta un lugar posible para colocar el no hay relación sexual… que le permita afirmar en el sujeto la certeza de pertenecer a un sexo… y solo hay acto sexual para atreverse a exponer la demanda de goce autoerótico… y hacer su entrada al campo de lo real a través del fantasma.

Lacan decía que el modelo se pega a un niño que Freud descubrió, no lo dejó para los cerdos… hizo poesía, la que encontraba en la poética del inconciente.
… El acto psicoanalítico – nos decía- parece idóneo para reverberar más luz sobre el acto.
El acto no puede pensarse sin la destitución subjetiva… el acto psicoanalítico… el acto sexual… todo acto…
Lacan dedicó este seminario a lo que sin duda sabia que era piedra de escándalo: la falla descubierta del sujeto supuesto al saber y que se sospechará que la distancia entre el acto y la dignidad de su propósito, que aquí se revela, ha de tomarse para instruirnos sobre la ficción de un sujeto supuesto.
Esta verdad se la puede seguir ignorando
Que haya inconsciente quiere decir que hay saber sin sujeto… y ese saber es legible… aunque se lo quiera aplastar… el descubrimiento sobrevive.
Muchos pueden creer- todas lógicas filosóficas, onto-, teo-, cosmo-, y también psico-, que con que no se la denuncie… es como si el advenimiento del inconsciente no hubiese ocurrido.
La división del sujeto introduce que consideremos el lugar del Otro… Lugar desde donde se produce la palabra del sujeto y desde donde esta fechada su inscripción.
El otro punto de centramiento del seminario es el lugar que ocupa el objeto a…

… el psicoanalista se hace de objeto a. se hace, entiéndase: se hace producir: de objeto a: con objeto a.

Esta constituye otra de las grandes fórmulas del seminario que Jacques Lacan abría al diagramar la lógica de la falta y situar la función del objeto en las estructuras freudianas.
Vuelve a redoblar su fórmula con La ética del psicoanálisis para centrar la función del erotismo.

Placer, barrera del goce, (aunque no a la inversa).
Realidad hecha de transferencia (aunque no a la inversa.
Y principio de vanidad, supremo, de que el verbo no valga sino cara a la muerte (y subráyese esa mirada, no la muerte, que se escapa).

Invención de una encrucijada increíble… apertura de sus callejones sin salida para romper el extravió de cada cual…
el acto psicoanalítico esta determinado según el goce… hay maneras de  preservarse de él…
A partir de la relación entre el sujeto supuesto al saber y el objeto a vuelve a situar la disparidad subjetiva,  enriqueciendo la manipulación  de la transferencia, sin la cual no hay acto analítico… esa manipulación de la transferencia opera decididamente sobre el sujeto tal como esta determinado e inscripto en el mundo como causado por un cierto efecto del significante.
La transferencia se presenta así como el único escenario donde puede habitar el sujeto del acto analítico… sin duda… solo sabe lo que se opera en transferencia.
Pero la transferencia será también el escenario único para poner en cuestión la figura del sujeto supuesto al saber y esto se impone porque la materia oscura, intrincada, escabrosa del goce… pone en cuestión esta figura que el analizante sabe que no esta encarnada en el analista… es solo su soporte.
La existencia del objeto a se ha demostrado en la tarea psicoanalítica en el efecto de transferencia… ya que al introducir la función sujeto tomado en la demanda instaurando el deseo, se encontró determinado por esas funciones que el análisis ha abrochado cómo los movimientos que van del seno al excremento, de la voz a la mirada.
Es alrededor  de estas funciones en la medida que en la relación analítica han sido atribuídas a quien es el partenaire, que esta el pivote y el soporte, el instrumento que ha podido realizar la esencia de la función del sujeto dividido, al saber, la impotencia del saber.

Otro de los aportes importantes de  este seminario  giran alrededor de situar el acto de comienzo como una fundación renovada…

…el acto esta ligado a la determinación significante de un comienzo…. comienzo es renovación… es apuesta a un nuevo deseo… es creación… es decisión que suscita un nuevo deseo… el acto es un decir… que se articula sobre esa asociación libre que permite al significante ponerse en acto, desplazarse, sobre las palabras para dibujar su letra… Por  esto, pedimos al sujeto que se ausente para que el significante haga su juego.

Se trata de:
Jugar el juego de la verdad y del saber… jugar el juego de la ficción del sujeto supuesto al  saber… y las formas de goce…
…jugar el juego de la elección forzada: ¿la bolsa o la vida?, ¿la libertad o la muerte? y así jugar el juego del no pienso al no soy…

Este acto de comienzo es una elección que se ofrece a probarse a los efectos del lenguaje… encomendándose a la deriva del lenguaje… hasta el punto de perderse y reencontrarse en las vestiduras del amor en cuyo  centro enmascarado pervive el objeto a como causa…

Frente a esta decisión y a esta apuesta el psicoanalista establece, permite, autoriza las condiciones del acto al precio de llegar él mismo a soportar esta función del objeto a… para que el acto se inscriba en el Acta de una nueva historia de amor.
Es acto autorizado para que se revele el sujeto… ese sujeto radicalmente dividido… Lacan insiste que esta es la novedad aportada como un desafío por el descubrimiento psicoanalítico que plantea como esencial que ese efecto de sujeto sea un efecto de división que una vez realizado puede darse el retorno, que puede haber reacto, que podemos hablar  de acto psicoanalítico…

  El sujeto que se nos presenta es un sujeto en el cual está localizada la falta que Freud nos define como diferencia sexual, y donde la barra de la represión fundante instala una hiancia. Así en el lugar de la división, en el lugar de aquello que enmascara la división, va a colocar el objeto a como operación esencial de la dirección de la causa.
La colocación del objeto en la división del sujeto había sido planteada en el seminario El objeto del psicoanálisis para evaluar las consecuencias que resultan de hacer pasar el goce al inconsciente… objeto a situado en el corazón mismo de la hiancia que separa el campo de la verdad del campo de saber.

El objeto a va a ir tomando distintas conceptualizaciones a lo largo de la obra…  desde la forma imaginaria que ya nos había aportado en El estadio del espejo, donde a través de la identificación se produce la transformación en el sujeto cuando asume una imagen que funda el narcisismo, introduce la regla de repartición entre lo imaginario y lo simbólico, es revelador de un mecanismo libidinal y funda la matriz simbólica en la que el yo se precipita aún antes de objetivarse en la dialéctica de la identificación con el otro… hasta llegar a precisar el lugar que ocupa el objeto en La lógica del fantasma como  lugar de extracción de goce y su posibilidad de atravesamiento en la cura para ir drenando las diferentes formas de goce que velan el verdadero lugar del objeto causa del deseo, expresándose en sus cuatro movimientos que van del seno al excremento… de la voz a la mirada.
Esa causa del deseo que creo que va a plantear que es estrictamente equivalente a su doblez… o sea   la división del sujeto o como lo plantea en el 74… un objeto sin sustancia para situar las viscisitudes de la pulsión en la economía de goce.
Así, lo que hace mirada, lo invocante, lo que se chupa o se caga marcaran las posiciones del sujeto.
En Problemas Cruciales para el Psicoanálisis 1964/65 dirá: ese objeto a es calificado en lo que nos importa saber: la regla de una acción como eco del deseo.
Este objeto a en el Seminario del Acto… es fundamental para atrapar justamente la operación con el sujeto supuesto al saber ya que  es el objeto que enmascara la división.
Así toda la operación de El Acto… va a estar centrada justamente en la posibilidad de rescate de este objeto, a los fines de dejar al descubierto la división.
Este objeto que Lacan señala presente al principio del espejismo del todo, pero que él trata de hacer vivir alrededor de eso, otros soportes que son desechos, que son mirada, que son voz… porque esto nos permite destituir de su función la relación al termino todo.
En este seminario (del cual este año presentamos también sus ejes esenciales) Lacan diagrama la operación del saber planteando que la operación significante produce un saber que en ciertos puntos hace falla, y esa falla va a estar referida específicamente a aquello que concierne a la posición o al estatuto del sujeto como ser sexuado. Es a partir de estos puntos de falla donde Lacan dice que verdaderamente comienza el campo freudiano y se trata entonces de abordar, a partir de la interpretación, estos puntos de falla.
Propone una fórmula:

El sujeto es sin saber, el saber  es sin sujeto. Es un saber que en tanto ignorado define la esencia del descubrimiento freudiano. Un saber cuyo origen puede ubicarse en el momento en que se instituye por un horror insuperable a la mirada de ese lugar donde yace el enigma del sexo; por esto; permanece tachado, y se rehúsa al saber.

Entonces Lacan se pregunta cómo hacer la unión entre esos dos polos y el punto que encuentra que hace conjunción entre el polo del sujeto y el polo del saber, se llamará: el sujeto supuesto al saber.
Constituye una verdadera invención que ha enriquecido de una manera increíble  el concepto de transferencia.

 Tal como lo decía  en La Proposición del 9 de octubre de 1967… La transferencia, vengo martillándolo desde hace algún tiempo, no se concibe, sino a partir del término del sujeto supuesto al saber.

  En  Lacan, lo que se podría ubicar en un comienzo es este lugar del Otro. El Otro que ustedes conocen bajo diferentes conceptualizaciones, como el lugar del reservorio significante, el lugar donde el analistava a encontrar la materia prima para el Acto, este Otro que aparece entonces como Otro tachado.
En el seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis propone este esquema

El sujeto supuesto  al saber es así,  lugar de conjunción del sujeto y del saber, participa entonces, de esta característica del Otro, de esta posibilidad digamos ilusoria. El sujeto supuesto al saber lo leemos en el plano de lo imaginario como una ficción. En El Acto… Lacan dice que si hay posibilidad de que un análisis comience, es por la institución del sujeto supuesto al saber.
Esta institución comienza, a partir de una operación simple para el analista en la medida en que tiene frente a sí al sujeto neurótico, que viene a desplegar su demanda.
Lacan define con dos características esenciales al sujeto  neurótico, un sujeto que está a la búsqueda de saber; entonces el analista se ofrece  como soporte del movimiento transferencial, para  ese saber que  mortifica al sujeto. Sobre estos dos pilares, entonces, se ofrece a ser soporte de una ficción instalada que le permitirá encaminarse a situar el estatuto del síntoma, para que esa ficción abra el camino a la verdadera cifra que soporta la fixión de lo real del goce.

El aporte en el Seminario de El Acto… elabrochamiento que coloca sobre este esquema, tiene que ver entonces, fundamentalmente, con lo que llama la reducción del sujeto supuesto al saber a la función del a, reducción  de la función de idealización para rescatar el objeto a, objeto que viene a enmascarar el lugar de la división del sujeto. O sea que desde el planteo de El Acto analítico
no habría posibilidad de abordaje de la división si no es factible abordar, los diferentes movimientos pulsionales. Aquí hay un punto de abrochamiento fundamental que él efectúa sobre el a y la operación a realizar se llamará atravesar el fantasma acompañando en el estatuto del síntoma el desprendimiento de los diferentes trozos de real que pertenecen al síntoma. La fórmula será: atravesar el fantasma- desanudar el síntoma.

Les decía antes que el sujeto supuesto al  saber actuaba como lugar de conjunción entre el polo del sujeto y el polo del saber. El otro modo de hacer conjunción en esto es el síntoma.
Hablamos del síntoma viniendo a surgir, también, como aquello que falla en el saber, y que viene entonces a  dar cuenta de esta escisión y de esta división.

Les decía antes que la operación que diagramó Lacan en el 64 para mostrarnos la constitución del saber, concernía, a puntos de falla, en la constitución de lo que interesaba al sujeto como ser sexuado. Este saber va a aparecer entonces, como un saber ignorado. De algún modo lo imposible va a quedar del lado del sujeto y del lado del saber van a quedar la sexualidad y la muerte.
El lugar de conjunción de estos dos polos era el sujeto supuesto al saber.
Se podría decir que ésta es la idea fundamental de El Acto… esta posibilidad de pensar en su reducción y que incluso plantea la paradoja del lugar del analista, paradoja que tiene que ver con la posibilidad de ofrecerse como soporte, como sostén de una ficción que está desde el origen y desde el vamos destinada a su  pérdida.
El analista se ofrece también a ser soporte del estatuto del síntoma, y justamente la tarea de desanudamiento del síntoma es lo que permite abrir la vía a la emergencia de la dimensión del goce.
En los Seminarios posteriores El Acto… y ya en la década del ‘70 la interpretación fundada en la letra recupera esta dimensión del goce que la repetición significante nos aporta (Encore).
Vemos justamente en L’Envers que atrapar en la repetición el a como plus de goce abre una marcación esencial en el discurso.
Decíamos que el Seminario de El Acto…nos introduce en varias cuestiones: va a pensar en la operación psicoanalizante, va a definir el acto como una relación entre significantes, el acto como un decir, y va a replantear directamente la dirección de la cura desde el lugar del analista que sabe a qué lugar quedó reducido su propio analista.

El otro punto fundamental, es el trabajo sobre la estructura  del fantasma. Hay aqui una  operación, que  efectúa, entre el objeto a, y el deseo del sujeto y la destitución de este objeto en la burbuja del fantasma para colocarlo como causa del deseo, al extrae el a se evalúa su consecuencia en la economía del goce.
El fantasma es una frase que va surgiendo, un enunciado gramatical que va insistiendo, un axioma repitiéndose en la cura hasta que llega un momento que empezamos a construir por un lado, e instituir por el otro, o casi en el mismo movimiento de construcción se va constituyendo esta estructura fantasmática pudiendo abrir los diferentes momentos o los diferentes movimientos pulsionales, (conocen el esquema que nos diagramó Freud en Pegan a un niño), hasta el encuentro con el segundo momento, al cual podemos llamar, en la terminología de Lacan, el momento simbólico, momento simbólico donde el Otro está tachado, donde este objeto va moviéndose, de algún modo, de todos los puntos de enganche que tenía a los fines de crear  la ilusión de totalidad y la operación entonces se va polarizando en estos dos puntos: $ — a, o sea que esto —que es una verdadera invención en Lacan— nos lleva a reconceptualizar totalmente la noción de transferencia. En principio nos lleva a considerar los tres planos de Real, Simbólico, Imaginario, y los modos de aparición de la transferencia según las modalidades que toman en estos diferentes registros.
Sin duda que el punto mas crucial del fantasma es que su función es cubrir lo real.
El fantasma permite asistir a lo que se ha creído que se era en el Deseo del Otro.
Abordar al sujeto supone acercarse a ubicar en ese a, lo que he sido para el Deseo del Otro… y –  dirá Lacan: ningún desenlace es posible en el enigma de mi deseo sin ese pasaje por el objeto a.

El otro concepto clave para pensar El Acto… es la cuestión del Padre.
Lacan toma como eje ordenador los tres mitos que propone Freud, me refiero, al mito de Totem y Tabú, al mito de Edipo y al mito de Moisés y el monoteísmo, tres modos en que Freud va a plantear una respuesta a la pregunta por el Padre.
Lo que Lacan marca en El Acto… es un dato fundamental en el abordaje clínico:

…el Edipo es sólo el marco en el cual transcurre toda la tarea de análisis. El Edipo es un marco mítico.
Debemos considerar la tripartición de la función edípica.

Lacan nos propone tal como en la tragedia que consideremos el destino de los héroes. Sabemos que el héroe es aquel que sobre la escena no es más que la figura de deshecho con que se clausura toda tragedia digna de ese nombre… el héroe esta destinado, a ese destino de no ser al fin mas que deshecho de su propia empresa… y que todo lo que es del orden del sujeto esta a nivel de ese algo que tiene ese carácter dividido entre el espectador y el coro.
No hay ninguna experiencia edípica en el psicoanálisis. El Edipo es el marco dentro del cual podemos reglar el juego… pero se trata de saber a qué juego jugamos.

Otro punto fundamental, es entender que este marco sólo es posible de funcionar en la medida en que desde el comienzo hay algo que es instituído como norma, como ley y que viene propuesto a partir de la regla fundamental.
Lacan dice que en realidad si se puede pensar en un juego, no es un juego de dos sino que está eminentemente regido por un tercero que es la realidad de la diferencia sexual
Considerando el cierre del seminario quisiera recuperar la importancia decisiva que ha tenido sobre la entrevista preliminar recuperar el concepto de    Acto-Acta que se sella en la decisión de hacer un psicoanálisis, el compromiso que supone como acto de sujeto, la transferencia como puesta en acto de la realidad del inconsciente en tanto el hacer psicoanalítico implica profundamente al sujeto.
Lacan señalaba  que en el campo del lenguaje, es decisivo la manipulación de la letra para situar las posiciones subjetivas del ser, en tanto allí esta la verdad del sujeto.
El acto implica una verdadera conversión en la posición del sujeto, esencialmente en su relación al saber. …Para el analista la importancia decisiva se plantea al producir la operación que supone hacer pasar las formas de goce al campo del saber… y en este camino nos encontramos con el carácter irreductible del acto sexual a toda realización verídica …situando que es solo en el acto psicoanalítico donde, aún tenemos la posibilidad de responder a esta deficiencia que experimenta la verdad en su acceso al campo sexual… y es aquí donde se dirige Lacan después de situar el verdadero lugar del acto sexual en la lógica del fantasma al definirlo como el espacio donde se pone en acto la demanda de goce autoerótico para cada uno de los partenaires… terreno sin duda escabroso… pero necesario para establecer su estatuto.
Recuperamos del seminario Problemas cruciales para el psicoanálisis la importancia decisiva del ser-del-sujeto … ya que el descubrimiento freudiano estableció que el inconsciente solo se traduce en nudos de lenguaje y tiene por ende un ser de sujeto, donde el síntoma es su ser-de-verdad que debe enfrentar el
ser-de-saber…    

Alrededor de estos puntos fundamentales, gira el planteo de El Seminario del  Acto, que no puede leerse si no es en secuencia con los seminarios previos, sobre todo Problemas Cruciales para el Psicoanálisis y La Lógica del Fantasma.

Elegí para cerrar este primer abordaje una cita del seminario de Jacques Lacan,  de Problemas Cruciales  para el Psicoanálisis:

Digo yo —a aquel que demanda ser analista: lo que tú quieras cuando seas psicoanalista no irá nunca más lejos que allí donde él pueda conducirte.
Esto no es para engañarnos justamente de un merecido sermoneo sobre la responsabilidad de tu práctica. Tú sabes bien que todo ejercicio de un poder no está sólo sujeto a error, sino en ese colmo de equivocación, de ser bienhecho en su error. . . lo que me falta decirte es el riesgo para tí de ese matrimonio a la suerte del psicoanálisis.
Pues lo que tú pones aquí en juego no tiene nada que hacer con lo que de ello se trata en la salida de un psicoanálisis ordinario. Pues no basta que tú seas, según la fórmula clásica, perfectamente claro en tus relaciones con tus pacientes; es necesario también que puedas soportar tus relaciones con tus pacientes, es necesario también que tú puedas soportar tus relaciones con el psicoanálisis mismo.
Pues el psicoanálisis nos lo enseña; la verdad responde a una falta venial, en su lugar una represión, dicho de otro modo — tomando sobre el cuerpo mismo donde yace tu ser, su razón.
No creas que ella sea más clemente a la falta capital siempre inminente en una acción que pretende seguir su traza sin conocer sus rastros. Una acción cuyo medio es el verbo, titubea entre la mentira y la verdad, recubre sus trazos siempre con usura.
Mi posición está, pues, bien ligada a la suerte de todo aquello que se llama: los psicoanalistas. Pues el psicoanálisis no está en ninguna otra parte. Si no se puede esperar nada más del psicoanálisis que lo que allí se pone, lo que yo exijo es, a saber: penetrar lo que hay detrás de una cierta resistencia instituída en el cuerpo mismo de los psicoanalistas, esta es la puesta en cuestión esencial”.
Nada más.

El objeto del Psicoanálisis

Diego Velázquez – 24 de junio  de 1988

LAS MENINAS DE VELÁZQUEZ

EL OBJETO DEL PSICOANALISIS
Presentación del seminario de Jacques Lacan

Olga M. de Santesteban

En el homenaje a Marguerite Duras Jacques Lacan decía:

Mirada es algo que se despliega a pince­ladas sobre el lienzo, para hacerlos deponer la vuestra ante la obra del  pintor.

Abordaremos en este acto una serie de aportes de Jacques Lacan al tema de la pulsión escópica y su objeto enigmático, la mirada.
En esta ocasión, se ha traducido el seminario El objeto del Psicoanálisis, que nos servirá no sólo, para asistir a la lectura que realiza Jacques La­can de la obra de Diego de  Velázquez Las Meni­nas, sino que podremos atrapar el punto en que es posible construir la presencia fantasmática viniendo de un lugar fuera del cuadro.

El fantasma es aporte de ese espectador que se queda fascinado frente al cuadro pero al mismo tiempo que somos atrapa­dos bajamos la mirada como se baja el calzón, así, el pintor nos hace entrar al cuadro.

1963-1964, es el año en que Jacques Lacan dedica su interrogación a Los cuatro con­ceptos fundamentales del psicoanálisis. Allí diagramará una vez más el concepto de sujeto en relación a la verdad y su ob­jeto.
La verdad del sujeto no está en él, sino en un objeto de naturaleza velada.
El sujeto está estructurado a partir de una carencia, que será nombrada de diferen­tes formas: abertura infernal, hiancia, hendidura.
Carencia que en la traducción aparece como del orden de lo no realizado.
. . .” esa hendi­dura por un instante sale a luz y se cie­rra. . .
Este segundo tiempo de cierre da a esta captación un aspecto desvanecedor. Así, la hendidura tiene una estructura acom­pasada cuya pulsación marca esa aper­tura y cierre, marcando un tiempo lógico.
En esa apertura hay un instante de ver en el que algo siempre es elidido, hasta perdido, donde la captación del incons­ciente no concluye y siempre es una recuperación engañosa. En ese instante de ver, la imagen especular, presta una articulación de miradas cuyo efecto es de espejismo y este espejismo es el velamiento de la red de los di­ferentes objetos que constituye el fantasma del sujeto.
En el capítulo la esquizia del ojo y de la mirada, Lacan parte de la preexistencia de una mirada, dice: “No veo más que desde un punto… pero en mi existencia soy mirado desde todas partes”, a ese ser estoy sometido de una manera original.
Esta mirada no se nos presenta más que bajo la forma de una extraña contingen­cia simbólica. Una carencia constitutiva, a partir de la cual surgirá la angustia de castración.
Esa carencia constitutiva es el objeto “a” en tanto mirada.
La mirada llega a simbolizar esa carencia central expresada en el fenómeno de la castración.
Esa mirada deja al sujeto en la ignorancia de lo que hay más allá de la apariencia. Esa mirada como objeto “a” simboliza la carencia central del deseo.
Lacan nos introduce así en el campo de la pulsión escópica y dirá, el ojo y la mirada, tal es para nosotros la esquizia en la que se manifiesta la pulsión al nivel del campo escópico.
Es necesario distinguir la función del ojo del de la mirada.
Es preciso señalar la preexistencia a lo visto, de un dado – a – ver y allí la pérdida, pero también una ganancia, el fantasma y su verdad, el síntoma.
De este modo la esquizia entre mirada y visión nos permitirá agregar la pulsión escópica a la lista de las pulsiones.
Debemos considerar que la pulsión escópica, ella es la que elude más completamente el término de la castración.
En el capítulo dedicado a  La Anamorfosis, se interroga: ¿Qué es la mirada?
Dirá: El sujeto -por su propia esquizia- está vinculado a lo que lo determinó, a saber un objeto privilegiado, surgido de alguna separación primitiva de una automutilación inducida por el acceso mismo de lo real, cuyo nombre en nuestra álg­bra es objeto “a.”
Lo real es el lugar que va a quedar cons­tituido entre esa experiencia traumatizante que produce el goce con el cuerpo del Otro, como soporte de la mirada o de la voz, del seno, de las heces y la fantasía que allí se presenta, velando ese real que gobierna más que cualquier otra cosa nuestras actividades.
En la relación escópica el objeto del que depende la fantasía a la que el sujeto esta colgado en una vacilación esencial, es la mirada.
Desde el momento en que el sujeto in­tenta acomodarse a esa mirada, se con­vierte en ese objeto puntiforme, ese punto de ser desvaneciente con el que el sujeto confunde su propio desfalleci­miento.
Por eso de todos los objetos en los que el sujeto pude reconocer la dependencia en la que esta el registro del deseo, la mi­rada se especifica como inasequible.
La anamorfosis es el ejemplo de como en la pintura no se trata de una reproduc­ción realista de las cosas del espacio. (desde determinada posición se pueden ver elementos que  no aparecían en el campo de la visión). Dirá: El cuadro es una trampa para la mirada,  el cuadro está en mi ojo. Pero estoy en el cuadro. Se pregunta: ¿Qué da el pintor al que está ante su cuadro? Se podría resumir así:
¿Quieres mirar? Pues bien, ¡vé eso!
Entrega algo como alimento al ojo, pero invita a aquel a quien se presenta el cuadro a deponer ahí su mirada, al igual que se deponen las armas. Este es el efecto purificador, se da algo al ojo, algo que implica abandono depósito de la mirada.
Este es el efecto engañoso.
Hay un triunfo de la mirada sobre el ojo. En general, la relación de la mirada con lo que se quiere ver es una relación de señuelo.
El sujeto se presenta como otro que no es, y lo que se le da a ver no es lo que quiere ver.
La mirada es presencia del Otro como tal.
Jacques Lacan crítica a Jean Paul Sartre, quien dice que es la mirada del otro la que me sorprende, Lacan dirá no es la mirada vista sino una mirada por mí imaginada en el Campo del Otro.
En el campo de la mirada que es diferente a la visión, aparece la carencia, esto es, el deseo y el fantasma que tienen por función velar,  esto da un efecto de espejismo.
Al interrogar, ¿Qué es un cuadro? señaló que en  el  campo escópico  la  mirada esta fuera, soy mirado – es decir soy cuadro. Lo que me determina fundamental­mente en !o visible es la mirada que esta afuera.
Por la mirada entro en la luz y de la mirada recibo su efecto. Por la mirada soy fotografiado. En un cuadro siempre hay algo cuya ausencia podemos notar, al contrario de lo que ocurre en la percepción. Cuando el cuadro entra en relación con el deseo, el lugar de una pantalla siempre está marcado y es por ello por lo que ante el cuadro, estoy elidido como sujeto del plano geometral.
En la pintura se trata de una especie de deseo al Otro – en cuyo final está el dar -a – ver.
Ese   dar – a – ver, sosiega.
El deseo de contemplar encuentra en el cuadro   un sosiego.
Hay un apetito, hay voracidad del ojo en el que mira, y este apetito del ojo es lo que hay que alimentar y que proporciona el valor de encanto de la pintura. Señala el poder del ojo: como ejemplo de ese poder da el mal de ojo
Hay un registro del ojo separado de la mirada.
La Mirada introduce la fascinación.
En la pulsión escópica, la mirada es ese objeto perdido y de repente reencon­trado, en la conflagración de la vergüenza por la introducción del Otro. El objeto del deseo, o es una fantasía que en realidad es el sostén del deseo – o es un señuelo.
Los orificios del cuerpo están ligados a la apertura – cierrede la hiancia del inconsciente, la libido liga al inconsciente la pulsión llamada oral – anal, a la que añade la pulsión escópica y la invocante (voz) –que tiene el privilegio de no poder cerrarse.
Se trata de un ver – hacerse ver!.. De un oír – hacerse oír.
Pasaré ahora a presentarles el Seminario “El objeto del Psicoanálisis”
Es el Seminario Nº 13 de Jacques Lacan dictado en el año 1965/66 y continúa las articulaciones que les he plantado del Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis…” y de “Problemas cruciales para el psicoanálisis” que es el Nº 12, el 14 es “La lógica del fantasma”
Mi agradecimiento a Susana Drut y Beatriz Rajlin que han trabajado en este Seminario aportando ciertos tramos de la traducción que giran alrededor del momento en que Lacan aborda la obra de Velázquez Las Meninas. Seleccionaré algunos puntos de los que he ofrecido en la noche de las Veladas de Arte y Psicoanálisis.
Observando el cuadro de Las Meninas Lacan explica a su auditorio:
El cuadro muestra que estamos tomados y atrapados en su espacio. El cuadro tiene el efecto de meternos dentro del cuadro.
Este efecto hace emerger la pregunta de lo dado a ver, en una frase: “a ver’.
Siendo un cuadro considerado como de las miradas que se cruzan, no hay allí dos miradas que se enganchen. Hay diferentes posiciones: el que ya ha visto y demasiado… luego se retira. El que desea ver… y lo que aparece en la tela misma y por este efecto de metemos en el cuadro es la posición del que soporta la mirada en tanto sujeto mirante. El espectador aporta este fantasma del sujeto mirando, en unión a ese espacio delante del cuadro, esta presentificación de la ventana en la mirada de Velazquez.
Lacan plantea que el marco de la ventana se constituye cuando abrimos los ojos.
Esto da como resultado ese efecto de captura que el cuadro produce sobre nosotros. Hay verdaderamente un surco de pasaje  de esta presencia fantasmática del pintor en tanto mira y cuya vibración se desplaza a los otros personajes que no miran.
Todas las miradas están perdidas sobre algún punto invisible. . . captados por el  pintor
Tal como planteaba en el Seminario, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, al introducir la pulsión escópica plantea que todo cuadro es una  trampa de miradas, se trata de captar al espectador. En Las Meninas hay un esfuerzo del cuadro por atrapar el plano de desvanecimiento que aportamos los paseantes de una exposición.
Somos atrapados y bajamos la mirada como se baja el calzón. Así nos hace entrar al cuadro.
En respuesta al “a ver” nos dice: “Tú   no   me   ves  desde  donde   te miro”.
Fórmula fundamental para ver como este cuadro nos inscribe la perspectiva en las relaciones  de  la  mirada  con  el fantasma.
El artista,  como cualquiera de nosotros, renuncia a la ventana  (su propio fantasma) para tener su cuadro, y ahí radica la ambigüedad del fantasma.
El fantasma es el estatuto del ser del sujeto y la palabra fantasma implica ese de­seo de ver proyectarse el fantasma. El fantasma puede ser llamado a aparecer en el cuadro.
Y este fantasma se monta sobre la hendidura que en este caso esta dado por la niñita, la girl. Este es el “objeto a.

En 1975 en su seminario RSI, aludiendo allí también a su comentario sobre las Meninas y cercando el concepto de abertura infernal, de agujero, dirá:

Les haré esta confidencia de decirles que el deseo del hombre, es el infierno, en cuanto que es el infierno lo que le falta. Desde entonces, es eso que él aspira.

Y ese mismo año en la respuesta de Marcel Ritter dirá: Se trata del unerrkannt, lo imposible de reconocer, no puede ni decirse, ni escribirse. Hay una imposibilidad de conocer  lo concerniente al sexo, de esto tenemos solo, la marca en el sueño mismo.
Esta es la audacia de Freud, decir que el parléte se encuentra excluído de su propio origen, pero se tiene la marca en algún lado… de ese límite, de ese punto infranqueable”.

LA OBRA de  DIEGO de VELÁZQUEZ

Profesora Bárbara Bustamante

En esta Velada contamos con la participación de Bárbara Bustamante, profesora de Historia de las Artes, quien nos habló desde su campo específico manifestando a la vez su interés en el aporte del psicoanálisis respecto a la mirada y el campo escópico.
La exposición de Bárbara Bustamante está dirigida a responder, a la pregunta ¿Cuál es la mirada de Velázquez en “Las Meninas“?. Para hablarnos de la respuesta que ha ido cons­truyendo ubicará en primer término al autor en su época y hará luego una breve reseña de su obra. A continuación se transcribe una síntesis de la exposición; síntesis que fue realizada pensando en que podría ser un aporte para la lectura del Seminario “El objeto del psicoanálisis”.
Bárbara Bustamante nos presenta a Diego de Velázquez como a un sevillano que nace en la culminación del primer siglo de Oro de España, un pintor, que en tanto tal, habla en un lenguaje de luz, color, línea, materia y espacio.

Pintor realista y tenebrista. Comparte estas características con Zurbarán  que es uno de sus colegas españoles. Los dos tomarán caminos diferentes. Zurbarán transitará por los temas religiosos atendiendo los mandatos de las órdenes y Velázquez pasará de Sevilla a Madrid para trabajar como pintor de la corte española durante el reinado de Felipe IV, durante la primera época de pintor, la que transcurre en Sevilla en el taller de Pacheco, que es su maestro, cuando tenía entre veinte y treinta años, realiza “Los Borrachos“, en la que es muy particular la figura de Baco.

Tal vez haya recibido influencia del Baco de Caravaggio , pintor italiano, quizás haya llegado el lenguaje tenebrista de Caravaggio a Pacheco y Velázquez lo toma de allí, aunque lo rodea inmediatamente de un realismo a la española. Hay aquí un trabajo de luz pero con valores, hay un monocromatismo. Estamos en un ocre sometido a valores altos y bajos.

Otras obras de este primer período son “Una vieja friendo huevos” y “El aguatero de Sevilla”

Son todos temas cotidianos. Trabaja los detalles con un rigor propio del taller clásico que es la línea cerrada. Utiliza el contraluz, se ve la calidad del detalle en las transparencias. Aunque Velázquez parte de lo que su maestro le enseña, que es ese lenguaje contrastado de valores, poco a poco va apuntando a algo clave que es la luz.

Cuando su mecena, el conde duque de Olivares, le posibilita salir de Sevilla para instalarse en Madrid como pintor de la corte, recibe la influencia del color de Rubens, pintor flamenco. Comienza a trabajar la luz de una manera diferente. Cambió totalmente su pa­leta. Abandonó el claroscuro. Comienza a trabajar con color y no con valor. Abrió la forma y se va acercando a su obra maestra que es “La Venus del espejo”.

Allí Cupido está mirando a la españolita que nos da la espalda. Ella se mira al espejo y nosotros espectadores tendríamos que salir reflejados en el espejo, es decir, hay una tensión de miradas que multiplican el espacio, lo abren, lo sugieren. Se abre tanto para atrás con esa cortina teatral como hacia adelante de la composición. El soporte es un lienzo plano, bidimensional. El espejo en los flamencos se ve utilizado para multiplicar, para repetir una secuencia.
Velázquez en lugar de repetir algo sugiere que puede haber múltiples puntos de vista. El asunto es dónde nos ubicamos nosotros para tratar de entender cual fue la mirada de él en esta obra. Acá lo sugiere. Todavía no complicó tanto su propia lógica. Había estu­diado perspectiva, o sea cómo trabajar el espacio. Por primera vez surge un concepto nuevo de espacio.

La obra que llega a la complejización máxima es “Las hilanderas”, que es paralela a “Las Meninas”.

Ambas obras son de 1656. En “Las hilanderas” plantea el movimiento que es retomado por los futuristas recién en 1909. Este es otro de los inventos de Velázquez para la pintura.
Con estos aportes: del claroscuro a la luz cromática; de la forma cerrada a la forma abierta, del problema del espacio y de la tensión de las miradas que van multiplicando las posibilidades del cuadro llega a “Las Meninas“, obra que sigue siendo un enigma.
Bárbara Bustamante nos relató que habiendo visto esta obra varias veces en    el Museo del Prado ha tenido la oportunidad de verla restaurada, hecho que le permitió establecer las comparaciones pertinentes…
La restauración permitió agregar cualidades que Velázquez puso y que por ra­zones químicas y de mal mantenimiento de la obra no aparecían. El tiempo había agregado elementos que cristalizaban algo que impedía salir en su realidad total, el verdadero lenguaje del autor. La restauración plantea hasta que punto es posible llegar a los orígenes, la pincelada. Postula como válida la reordenación de aquello que el tiempo desordenó.
En la obra restaurada se observa una luz natural que entra desde la derecha hacia la obra que él está pintando. Esta es una luz clave porque define la obra, que se complejiza aún más que “La Venus del espejo” y “Las hilanderas” en cuanto a la tensión de miradas.
Hay otras varias luces en la obra: en la cabeza de la infanta Margarita, en la puerta donde está José Nieto y la del espejo donde están pintados los reyes.
La obra restaurada muestra una luz cromática, antes mostraba una luz barroca claroscurista correspondiente a una época anterior del pintor.
En la obra hay una composición piramidal, típicamente renacentista, clásica dentro de la secuencia de espacio.
Para entrar al cuadro hay algo que frena, que es el bastidor ubicado a la izquierda, es una oblicua violenta que nos detiene y que corta la perspectiva. Este elemento y la luz natural agregada en la restauración centran el espacio de Velázquez en espacio de pintor. Proyecta hacia la izquierda la tarea, todo está engarzado en una secuencia que se da en primer plano y que es justamente lo que se ve de entrada, que es su paleta. Este primer plano es logrado además con las líneas de fuga que convergen hacia la puerta, donde está en contraluz José Nieto

La agradecemos a Bárbara Bustamante sus aportes al acompañarnos en esta aventura de introducirnos en el siglo XVII.

                                                                            Olga M. de Santesteban – 2008