EL ATENTADO – EL CRIMEN

EL ATENTADO – EL CRIMEN

LAS PSICOSIS.

EL ATENTADO – EL CRIMEN

Una reflexión sobre el pasaje al acto

Olga M. de Santesteban 

Este tema constituyó el cierre de un año intenso de trabajo que se realizó en el Círculo Médico de La Matanza y que en los últimos meses diagramó los ejes del campo de las psicosis, para centrarnos en la paranoia femenina que a partir del texto de Jacques Lacan, “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” de 1958 nos llevó a retomar los primeros trabajos de su obra.
La lectura del caso Aimée y el Crimen de las hermanas Papin sirvió para introducirnos y recrear esa verdadera fascinación que nos despierta la locura en esa profunda alteración de una vida que lleva al atentado o al crimen como solución a la mortificación de un real en juego.
Los hechos ocurridos en lo social -día a día de este año 2004- se fueron introduciendo a medida que avanzábamos en el trabajo para interrogarnos si verdaderamente el acto criminal se produce en un punto neurálgico de las tensiones sociales de la actualidad histórica. No podemos descartar esto, pero también pensamos que el éxito del discurso paranoico surge, sin duda, en puntos neurálgicos de las tensiones sociales de la actualidad histórica, y apelamos a Lacan para encontrar una respuesta en la figura y en la obra, por ejemplo, de Jean Jacques Rousseau.
Lacan señalaba en 1933  en relación a la figura de Rousseau, frente al cual puede afirmarse con la mayor certidumbre el diagnostico de paranoia típica, que debemos considerar la fascinación que ejerció en su siglo tanto por su persona como por su estilo.
Sepamos también ver que el gesto criminal de los paranoicos excita a veces tan hondamente la simpatía trágica, que el siglo, para defenderse, no sabe ya si despojarlo de su valor humano o bien abrumar al culpable bajo su responsabilidad.
Abordar el gesto criminal nos coloca en la necesariedad de crear un espacio para pensar, un espacio que esté a una cierta distancia  de caer en la fascinación que excita tan hondamente la simpatía trágica, porque allí nos quedamos silenciosos tomados en esa fascinación y también a una cierta distancia del peligro de acusar y sentenciar para defendernos del impacto y abrumar al culpable bajo el escudo de la responsabilidad.
Escapar de estos dos bordes supone establecer que el atentado y el crimen forman parte de la realidad que se nos presenta cuando abordamos la psicosis paranoica.
El caso Aimée constituyó la tesis de J. Lacan donde se puede asistir a como se lee una historia en la paranoia femenina que contiene el atentado. A partir de allí diferentes momentos de la obra de Lacan retoman esta estructura. La historia del psicoanálisis nos mostró quien fue Aimée… Marguerite Pantaine, Anzieu.
El hijo que tuvo y que no vio a lo largo de 17 años fue Didier Anzieu, analizante de Lacan, en formación analítica hasta que se vuelve a reencontrar con su madre y se entera, por ella, que ella es la Aimée de la tesis.
Estallido, reproches, escándalo en la escena pública. Una larga historia que se entreteje con la historia del Psicoanálisis y constituyó para nosotros una verdadera enseñanza de los avatares de la paranoia femenina y de la posición que nos mostró J. Lacan por las locas inspiradas…, ese no retroceder ante la psicosis, posición que mantuvo a lo largo de toda su vida a través de su participación en la presentación de enfermos en Sainte Anne, ese modo de propiciar una convivencia necesaria con todo el equipo que se encarga de atender a los pacientes.

Motivos del crimen paranoico: El crimen de las Hermanas Papin es un artículo de Lacan. Producido el crimen le piden a Lacan un comentario y desde allí un montón de material para recomponer esta historia de un caso que nunca en los anales de la criminología francesa, se había visto, un crimen “tan horrible, abominable y monstruoso como el sucedido la tarde del 2 de febrero de 1933 en la ciudad de Le Mans, al norte de Francia”.
Con estos y otros calificativos más los encargados de la justicia civil (policías, criminólogos y psiquiatras forenses)… expresaban su estupor ante los asesinatos de la Sra. Lancelyn y su hija realizados por las empleadas domésticas de la familia Lancelyn, Christine y Lea Papin. Fueron detenidas de inmediato. Nunca intentaron huir, ni negaron su crimen.
Del campo jurídico paso al campo psiquiátrico, dada la crueldad del crimen y su aparente falta de motivo.
¿Debía considerárselas responsables de su acto?
La polémica desplegó diferentes pronunciamientos a favor o en contra. ¿Cuál fue el motivo del crimen? Fueron responsables de su acto? Qué incidió en el crimen y por qué?
Es posible que un ser hablante pueda decirlo todo con su acto y dejarse morir?, sin duda que sí, se puede realizar el acto, lo que no se puede es no pagar las consecuencias del acto.

Diagramamos con estos casos el campo de la paranoia femenina. Señalaré algunos ejes.
Estas psicosis se manifiestan clínicamente por un delirio de persecución, una evolución crónica específica y unas reacciones  criminales particulares.
Lacan ha demostrado que  el mundo de los paranoicos está transformado en su percepción (distinta al individuo medio normal), que está impregnado de un carácter inminente de significación personal con una alteración de la categoría espacio temporal que modifica su relación a la realidad. Pueden a través de la alucinación ver lo que no existe y recordarlo. Sus producciones se caracterizan por un sentimiento idílico y utópico de la humanidad, por la búsqueda de reivindicación, por un sentimiento fascinante y pleno acerca de la naturaleza, una expansión casi erótica que encuentran en la naturaleza y que tiene todos los caracteres de una pasión que forma parte de su ensoñación solitaria.
Al lado de esto encontramos en la paranoia femenina una aspiración amorosa que corresponde al alma romántica y cuya manifestación verbal es tanto más tensa cuanto más discordante esta en realidad con la vida y cuanto más condenada al fracaso. Hay un idealismo altruista, el ensueño de realizar el bien con un verdadero sentimiento de fraternidad. El amor tiene como característica mayor el platonismo que sirve de base a la erotomanía.
Sus ideas giran alrededor de las miserias de nuestro tiempo (Caso Aimée 1930 Paris, las miserias de nuestro tiempo es el tiempo en que cada uno vive y esto es una  verdadera enseñanza). Aimée creía en  las fuerzas del mal que habitan en lo social, donde señala la ciudad y sus prostitutas junto a la miseria que se apila. Con este modelo lee todas sus relaciones de índole social: su familia, las instituciones, cree en los horóscopos, consulta con un vidente.
Aimée sueña con ser escritora. Al mismo tiempo odia a los poetas, periodistas, escritores, todos estos personajes son odiados colectivamente como autores prominentes de las desgracias de la sociedad.  Es una mala raza, una ralea, esos seres no vacilan en provocar con sus fanfarronadas, el asesinato, la guerra, la corrupción de las costumbres con tal de conseguir un poco de gloria y placer.  Viven de la explotación de la miseria que ellos mismos desencadenan. Aimée se presenta como un  ser que se sabe llamada a reprimir semejante estado de cosas. Para ese papel se cree destinada. Se siente  alarmada por la suerte futura de los pueblos y se da esta misión de arreglar las cosas. Esto mismo lo vimos en la obra de Jean J. Rousseau.
Sacamos una enseñanza de las historias que recorrimos que nos sirven para encarar cualquier caso que se enmarque en estas condiciones.
La primera enseñanza que nos dejaron estas historias es que debemos considerar la relación entre seres de una misma familia unidos en su delirio que se llama folie à deux. Seres unidos por un lazo donde están destinados a ser objetos de apropiación, tomados en la locura materna, en la melancolía materna, en el desprecio materno, en los celos, en el dominio arrasador, en la usurpación de una existencia que a partir de allí solo le queda escapar a esta captura arrasadora. En este escape en el que se les va gran parte de su vida, llega el acto criminal al que llamamos Pasaje al acto.
La folie à deux nos interroga por la maternidad intrusiva. Es una maternidad que no permite crearle a la hija un lugar para existir.
Las hijas tienen la misión que sus madres le asignaron y esa misión no se puede cumplir si no es aniquilando sus propias vidas. Sin lugar, sin sexo o sin poder lograr una declaración de sexo, esto es, decir que son hembras… el cuerpo sexuado o todo ejercicio de la sexualidad es registrado como deshonra, injuria, o un ataque a la dignidad de su ser
La lógica de la división de mujeres se hace clara:

  • De un lado ubican a la mujer sexualmente liberada… las vidas descaradas

que merecen el oprobio: actrices, escritoras, el mundo del espectáculo. Famosas, exitosas. La mujer célebre, adulada por el público, la mujer que ha llegado y vive en el  lujo. Son primero sus modelos ideales  Luego serán sus figuras persecutorias.

  • Del otro lado: las muchachas hechas en serie, las que no se interesan más

que por las menudencias, las intrigas pequeñas, las menudas fallas de cada quien.
Ella no se puede inscribir en esta serie, su sentimiento de superioridad se afirma en que es diferente, no se parece a las demás. Ella se siente masculina, cree en el amor ingenuo, platónico, el anhelo de un mundo sin hombres, sin acto sexual, un mundo donde no asista “a la cobardía en calzones”, metáfora con la que describe a los hombres.
“Era la única que se salía un poco de lo ordinario, en medio de todas aquellas muchachas fabricadas en serie”.
Con su amiga, una la sombra de la otra, profundamente influida en su carácter, Aimée no está dominada por ella hasta el punto de no “reservarse una parte de sí misma”.  Con esta amiga -dice- “conservaba yo un jardín secreto”.
Lo que domina la relación con las compañeras de trabajo es un sentimiento de desacuerdo. La amiga le dice: “tu no te pareces a las demás… las respuestas que tú das son completamente inesperadas”. Esto le causa mortificación. Ella transforma esto en desprecio por su sexo.
“Las mujeres no se interesan más que por las menudencias, las intrigas pequeñas, las menudas fallas de cada quien”. A ello agrega un sentimiento de superioridad.
“Yo me siento masculina. La amiga conjuga: “tú eres masculina”.
Aimée relata las impulsiones que la llevan al desorden: el sentimiento de una afinidad psíquica con el hombre cuya índole es muy distinta de la necesidad sexual. ¡tengo
– decía- tal curiosidad por el alma masculina! ¡Siento que me atrae tanto! Esto la lleva a una serie de aventuras en las que la acompaña su frigidez sexual real.
Es interesante el relato que hace cuando llega a París.
“Llego a París y apenas creo lo que ven mis ojos…Contemplo los altos hornos con sus bocas abiertas, sus escaparates y las mujeres todas emperifolladas de vestidos de seda. Nunca me he puesto uno de esos, les digo y ellas parlotean mucho. Adonde quiera que voy llamo la atención, la gente me mira con aire receloso, de tal manera que la muchedumbre a mi puerta no tarda en lapidarme. … Sufro algunas afrentas. Es un caballo de labor, dice otra mujer…
La folie à deux configura así el campo de la paranoia femenina en un mundo femenino.
En el caso Aimée, la madre tiene fama de estar afectada de locura de persecución. Tuvo 8 embarazos: 3 hijas antes de Aimée, un aborto antes de Aimée, Aimée, y luego 3 varones. Solo viven 6 hijos.
La primera hija muere a los 5 años quemada viva al incendiarse su vestido de organdi cuando jugaba alrededor de una estufa (como un horno) inmediatamente muere por las quemaduras. Otra versión es que cayó en la boca abierta de un horno ardiendo y muere rápidamente por las quemaduras graves. Se llamaba Marguerite Pantaine, solo estaba presente la hermana mayor, la que guardará en su mirada la escena horrorosa de la niña quemada. Sus padres se estaban vistiendo para ir a la Iglesia.
Cuando nace Aimée le ponen Marguerite Pantaine de nombre… esto va a constituir un hecho decisivo que la llevará a darse diferentes nombres. Marguerite “será criada”  por su hermana mayor Elise. A esta intrusión le corresponderá una serie de apropiaciones que serán decisivas en la descolocación de Marguerite Pantaine. Ella mantiene un lazo intenso con su madre.
La niña muestra rápidamente su atraso, la lentitud de sus actos, una tendencia fuerte a la ensoñación solitaria. Fracasa en los exámenes, se descorazonaba rápidamente y renunciaba a continuar por ese camino y al mismo tiempo desarrollaba una ambición desmedida que la llevará a pensar que su destino será ser escritora.
Su primer amor fue una aventura donde ella fue objeto de una apuesta. Lacan decía que es difícil evocar la figura del seductor de Aimée, sin que se nos cuele una nota cómica. Don Juan de poblacho y poetastro de camarilla “regionalista”, este personaje sedujo a  Aimée con los encantos malditos de un porte romántico y de una reputación bastante escandalosa.
Lacan dice que Aimée le respondió frente a este episodio de su historia que “Para
haber hecho lo que hice en mi espíritu  y en mi corazón, necesitaba estar seducida hasta un punto extraordinario”.
Lacan señalará que ella tuvo la reacción sentimental típica de su carácter, con una desproporción en el alcance real de la aventura, con encuentros a solas, bastante raros puesto que se escaparon del espionaje de una ciudad pequeña que le han desagradado al principio. Aimée cede al fin, pero para enterarse al punto y de boca de su seductor, hombre decididamente enamorado de su papel, que todo ha sido una simple apuesta cuyo objeto ha sido ella. En total la aventura abarca solo el último de los tres meses que Aimée permaneció en la pequeña ciudad (recordemos que ella fue allí a vivir con su hermana Elise que se había casado con su tío.) Esta aventura… va a decidir por tres años el camino de la vida afectiva de Aimée. A lo largo de tres años, en el pueblito alejado donde la confinará su trabajo, mantendrá activo su sueño, mediante una asidua correspondencia con el seductor, a quien, por cierto, nunca más volverá a ver. El es el objeto único de sus pensamientos y sin embargo es capaz de no revelar eso a nadie, ni siquiera a los más cercanos. Consagrada a su ídolo y consciente sin embargo de ser engañada, se complace, se aísla, descarta “a todos los que se hubieran ofrecido como partidos convenientes”, dice. Su desinterés es entonces, entero…
Me he detenido alrededor de este episodio bastante tiempo recreando con casos clínicos este rasgo que he encontrado en todas las historias que he descifrado.
Aimée cansada de sus complacencias, tan vanas como dolorosas, no tiene ya más que odio y desprecio por el objeto indigno de sus pensamientos. “Paso bruscamente del amor al aborrecimiento” dice ella de manera espontánea. Lacan relata que esos sentimientos no se han extinguido aún. Contesta a las preguntas, “Por mí que reviente, no se vuelva a hablar de ese rufián, de ese bueno para nada”.
La clínica nos muestra exactamente esto, una reacción tan vívida y pasional de lo que ha ocurrido hace tantos años…
Esta fórmula se cumple con las amistades. Primero se fascina y luego pasan en serie a ser sus perseguidoras…
Pasa el tiempo. Se siente que ha llegado el momento en que la vida le ordena hacer una elección: debe elegir el casamiento, la familia objeta su elección por la poca aptitud que tiene para la vida conyugal.
Ella dice: Si no lo agarro yo… otra lo agarrará…en consecuencia…se casa.
Rápidamente se evidencia que el marido no tiene ningún interés por los intereses de ella. Ella muestra su frigidez sexual, sus celos, se aísla, muestra su mutismo que dura semanas, su negligencia en los quehaceres domésticos, retrasos en la acción, abulia, no quiere salir de la casa. Si sale no quiere volver. Tiene impulsos bruscos de echarse a caminar, o echarse a correr, risas intempestivas, inmotivadas, fobia de mancharse, la costumbre de lavarse interminable y repetidamente las manos. Se produce entonces un acontecimiento que será decisivo en su vida. A los 8 meses de casada, la hermana mayor viene a vivir bajo el techo conyugal (había quedado viuda y había sufrido una histerectomía total a los 27 años) y encontrará un consuelo con el niño de su hermana, y con el marido de su hermana, del cual se apropia.
Se produce así la segunda intrusión de la hermana que implicó el derrocamiento de Aimée en cuanto a la dirección práctica del hogar y la relación con el marido. Allí dice:
“Me daba cuenta de que no era nada para él”.
Vive la situación como una humillación total, se halla dominada por ella.
…La opinión de su pequeña ciudad admite que la ha suplantado del todo. A  partir de esta intrusión no cesaría de derivar su odio en objetos cada vez mas alejados de sus relaciones familiares y cercanas pero también cada vez más difíciles de alcanzar, objetos que deben su valor a coincidencias fortuitas y a analogías afectivas profundas.
El  Comienzo de los trastornos psiquiátricos  se produce a los 28 años.
Lleva 4 años de casada. Tiene un trabajo en la oficina  de Correos donde trabaja también su marido.
En Julio de 1921, está embarazada,  esto será solo el detonador  en  su cuerpo sexuado. La crisis la atrapa y sólo puede responder que todo ejercicio de lo sexual  es igual a deshonra.
Tiene la impresión de que sus compañeros hablan mal de ella, critican sus acciones de manera insolente, calumnian su conducta y le anuncian desgracias.
En la calle los transeúntes cuchichean contra ella y le demuestran su desprecio: “es un caballo de labor” En los periódicos reconoce alusiones dirigidas contra ella.
¿Por qué me hacen todo eso? Quieren la muerte de mi hijo.
Si esta criatura no vive, ellos serán los responsables.

PASAJE AL ACTO: Presenta toda clase de reacciones que alarman a las personas que viven con ella.

  • Un día revienta a navajazos los dos neumáticos de la bicicleta de un compañero de oficina del marido

  • Una noche se levanta, coge una jarra de agua y se la echa a su marido en la cabeza

  • En otra ocasión lo que sirve de proyectil es una plancha doméstica.

En Marzo de 1922: da a luz una niña que nace muerta. El diagnóstico señala asfixia a causa de haberse enredado en el cordón umbilical.
Este episodio le produce una profunda conmoción.
Aimée imputa la desgracia a sus enemigos. Concentra toda responsabilidad de esta desgracia en una mujer que hace tres años era su íntima amiga, compañera de oficina que Lacan nombraba como la intrigante refinada, la que fue objeto de su fascinación como figura ideal, la que guió sus opiniones, la que gobernó sus tiempos libres, la organizadora de las reuniones de conversación y bridge… de los relatos sobre las relaciones que su familia noble mantenía con personajes famosos. Es en esas reuniones cuando Aimée escuchó por primera vez el nombre de la Sra Z. que era la vecina de una tía de esta amiga intrigante. Recordemos que la Sra Z. es la actriz Huguette ex-Duflos, una de las actrices más apreciadas del público parisiense que representaba en el teatro una obra que Aimée une al famoso hombre de las letras Pierre Benoit, el cual, muchos pasajes de sus libros revelaban cosas de la vida privada de ella, en las cuales se sentía absolutamente implicada por alusión.
Estos dos personajes junto con su amiga se convierten en las figuras de su persecución y sostienen el movimiento que la lanza al atentado contra la Sra Z. considerada por ella una hembra desvergonzada, una verdadera puta.
Posterior al nacimiento de la niña muerta se presenta hostil, muda, encerrada en sí misma durante días enteros.
Tiempo después aparece su segundo embarazo: estado depresivo análogo al anterior. Nace un niño, tiene 30 años, le da el pecho hasta los 14 meses.
Durante el amamantamiento Aimée se hace cada vez mas interpretante, hostil, “peleonera” “Todos amenazan a su hijito”. Acusa automovilistas por pasar cerca del cochecito del bebé. Estallan todo tipo de escándalos con los vecinos. Ella habla de llevar el asunto a tribunales. Presenta carta de renuncia al trabajo, pidió pasaporte para EE.UU., utilizó un documento falso para presentar autorización marital que pedía la ley. Allí se da un nombre: Peyrols.
Ella contesta que quiere ser novelista.
“Tramaron un complot para arrancarme a mi hijo”.  Es alrededor de esto que la familia decide la internación, que dura 6 meses.
Al salir pide traslado a París, esto es 6 años antes del atentado donde se va sistematizando el delirio, señalaré los fenómenos más importantes:

  • ALUSION: Aimée se re-encuentra en todas las historias que lee.

  •  MISIÓN: Ella se sentía llamada a arreglar las desgracias de la Sociedad. Sostenía

un idealismo altruista. “Yo me había consagrado a un ideal, a una especie de apostolado. El amor del género humano llegaba al extremo de desprenderme de todos los lazos terrestres o de despreciarlos y dedicaba toda la agudeza de mi sufrimiento a las fechorías que azotan la tierra”. Lacan llamará a esto: “Extravíos del alma romántica”.
Sensibilidad infantil, revelaciones repentinas de un pensamiento fraternal, salidas
en busca de aventuras, pactos, juramentos.
Quería conocer cómo era el mundo masculino. Es en relación a su misión y a
ese mecanismo increíble por el cual una idea entraba en su delirio, que Lacan la
llamaría la visionaria o la iluminativa. Eso que constituía para ella misma ese
descubrimiento iluminativo que la llevaba a actuar, lanzada como una flecha a dar en  el blanco.
En la tesis lo vemos a Lacan detenerse a investigar ese instante increíble que Aimée
le describía: “… y entonces comprendí que…
Muchos años después Lacan enseñaba lo que es el poder de la letra. Aimée decía: “Fue
como una carambola en mi imaginación”.
“Un día – dice Aimée- estaba yo trabajando en la oficina, al mismo tiempo que
buscaba dentro de mí – como siempre- de donde podrán provenir esas amenazas
contra mi hijo, cuando de pronto oí que mis colegas hablaban de la señora Z.
Entonces comprendí que era ella la que estaba en contra de nosotros”.
“Algún tiempo antes de esto, en la oficina de E…  había hablado mal de ella.
Todos estaban de acuerdo en declararla de fina raza, distinguida… yo protesté,
diciendo que era una puta. Seguramente por eso la traía contra mí”.
Lacan decía: “Uno no puede menos de sentirse impresionado por el carácter
incierto de semejante génesis”.

  • ENSOÑACIÓN: La desaparición del reino de la maldad sobre la tierra.

     Reinado de niños y mujeres.

  • EROTOMANIA : Hay dos momentos importantes centrados en dos figuras masculinas:

  • PIERRE BENOIT, era el famoso escritor, ella leía sus obras y creía verdaderamente

que él escribía su historia, se reconocía en los personajes de sus novelas. Es por él que abandona el domicilio conyugal, lo quiere conocer.
En el informe del Dr. Truelle se puede leer, en efecto, que según ella fue Pierre
Benoit quien “la obligó a abandonar a su marido, se daba a entender que ella
estaba enamorada de él, se decía que eran tres”.
Ella imagina una relación entre el escritor y la actriz. Ella no creía que fueran
amantes, “pero hacen como si fuera eso”… pensaba que allí había intrigas, como en la
corte de Luis XIV. La figura del escritor presenta el mismo enigma que el de la
inclusión de la señora Z en su delirio, esto es, la implicación del novelista en el delirio
de Aimée.
Encontramos siempre la misma imprecisión en las conjeturas iniciales, la misma
amnesia en la evocación de sus circunstancias. Pero lo que si esta claro en Aimée es el
recuerdo de “su carácter iluminativo”. “Aquello dio una especie de carambola en mi
imaginación”.
“Pensé que la señora Z., no podía ser la única en estarme perjudicando tanto y tan
impunemente, sino que de seguro estaba sostenida por alguien importante”.
Lacan decía: Lectora asidua de novelas recién aparecidas al corriente de los éxitos
de autores, Aimée, veía, en efecto, como algo inmenso el poder de la celebridad literaria.
Aimée creyó reconocerse en varias novelas de Pierre Benoit. Veía en ellas alusiones
incesantes a su vida privada… y se cree injuriada  por la ironía del escritor cuando en
alguno de sus párrafos aparecen estas exclamaciones: “¡Qué porte, qué gracia, qué
piernas!”.
Le ha pedido con insistencia a una amiga que lea cierta novela de Pierre Benoit: “Es
exactamente mi historia”, le ha dicho. Pero la amiga se ha quedado sorprendida por no
hallar ningún parecido, y ella le contesta: “No le roban unas cartas a la heroína? Pues a
mi también me las han robado”. etc…

  • EL PRÍNCIPE DE GALES: le envía sus escritos. El amor por el Príncipe de Gales muestra un carácter de utopía trascendente y un platonismo puro. Muestra un exquisito
    cariño  y una fidelidad prolongada a este ser que no conoce.

En este período la enferma experimenta la necesidad de “hacer algo”.
Si consigue publicar sus novelas los enemigos retrocederán espantados.
La ansiedad va en aumento.

ANTECEDENTES DEL ATENTADO: Dos veces tuvo que ver con la policía.

  • Medio año antes del atentado: por asediar la oficina de un periodista comunista que

varias veces había tenido que sacársela de encima.
Asediaba su oficina intentando que le publiquen sus artículos en los cuales exponía sus
agravios completamente delirantes contra una célebre escritora.

  • Un año después encontramos huellas de un hecho más grave: La editorial  Flammarion

donde había llevado un manuscrito de su novela “Le Detracteur” le notifica que no ha sido aceptado. Aimée le salta al cuello a la empleada y le causa lastimaduras de tal gravedad que posteriormente le será reclamada una indemnización a causa de la incapacidad temporal de trabajo que ha sufrido la víctima.
Allí se da otro nombre: Jeanne Fontaine. Su madre se llamaba Jeanne Pantaine
El comisario que la interroga se muestra indulgente con la emoción de la vanidad
literaria herida… y la deja en libertad después de una severa reprimenda.

Hay borradores de cartas enviadas al comisario de su barrio para presentar demanda
contra el escritor  Pierre Benoit y  contra la casa editorial que iba a ser el teatro de su
hazaña.
Siente la necesidad cada vez de más acción directa, efectiva.
Le pide al gerente del hotel que le preste un revólver o ya que el se lo niega, cuanto menos un bastón para “espantar a esas gentes o sea los editores que se han burlado de ella”.
Ponía sus últimas esperanzas en las novelas que había ofrecido a la editorial.
De ahí la inmensa decepción, su reacción violenta en el momento en que se la devuelven con una negativa.

Es deplorable que no se la haya internado entonces… decía Lacan.

Se vuelve entonces a su último recurso el Príncipe de Gales. Le envía sus escritos.
Encontramos en los últimos meses episodios alarmantes con sus familiares.
Las cosas que hacia o decía no podían ser acogidas con el discernimiento que hubiera sido menester.
Algunas tentativas de explicación de sus tormentos son rechazados brutalmente.
Entonces toma la resolución de divorciarse y de salir de Francia con el niño. Son meses antes del atentado.
Una escena con la hermana que aun recuerda con horror:
Aimée le dijo: Es preciso que  estés dispuesta a atestiguar que André (su marido) me golpea y golpea al niño. Quiero divorciarme y quedarme con el niño. Estoy dispuesta a todo, sino, lo mataré.
A partir de entonces todo cambia:

      • Insiste en el divorcio

      • Sus visitas a su hijo que se habían espaciado, se hacen de una frecuencia casi cotidiana.

  • No se despega casi de su hijo, lo acompaña a la escuela y viene a recogerlo a la salida, cosa que evidentemente el niño no encuentra muy de su gusto.

Aimée nos dice que en esos meses vivía en el temor perpetuo e inminente del atentado que se estaba tramando contra su hijo
La enferma está cada vez más trastornada. Compra la navaja.

Un mes antes del atentado va a la manufactura de armas y escoge una navaja grande de caza que había visto en el escaparate, con una vaina. Mientras tanto en su estado de emoción extrema se forja verdaderos razonamientos pasionales.
Le es preciso ver a su enemiga cara a cara.
¿Qué pensará de mí- se dice- en efecto si no me hago presente para defender a mi hijo?… y se responde: Pensaría que soy una madre cobarde
No encontró la dirección de la Sra. Z. en la guía telefónica pero averiguó en qué teatro estaba actuando cada noche.
El sábado a las 7 de la tarde se disponía a salir, como venia haciendo cada semana a casa de su marido.
Una  hora antes todavía no sabia donde iría.
Una hora después empujada por su obsesión delirante se encuentra en la puerta del teatro y hiere a la victima.

Relato del atentado:
El 10 de abril de 1931, a las ocho de la noche, la señora Z., una de las actrices más apreciadas del público parisiense, llegaba al teatro en que esa noche iba a actuar. En el umbral de la entrada de los artistas fue abordada por una desconocida que le hizo esta pregunta: “¿Es usted la señora Z?” La mujer que hacía la pregunta iba vestida correctamente; llevaba un abrigo con bordes de piel en el cuello y en los puños, y guantes y bolso. En el tono de su pregunta no había nada que despertara la desconfianza de la actriz. Habituada a los homenajes de un público ávido de acercarse a sus ídolos, respondió afirmativamente y, deseosa de acabar pronto, se disponía a pasar adelante. Entonces, según declaró la actriz, la desconocida cambió de rostro, sacó rápidamente de su bolso una navaja ya abierta, y, mientras la miraba con unos ojos en que ardían las llamas del odio, levantó su brazo contra ella. Para detener el golpe, la señora Z. cogió la hoja con toda la mano y se cortó dos tendones flexores de los dedos. Ya los asistentes habían dominado a la autora de la agresión.

La mujer se negó a dar explicaciones de lo que había hecho, excepto ante el comisario. En presencia de éste, respondió normalmente a las preguntas de identidad, pero dijo algunas cosas que parecieron incoherentes. Declaró que desde hacia muchos años la actriz venia haciendo “escándalo” contra ella; que la provocaba y la amenazaba; que en estas persecuciones estaba asociada con un académico, Pierre Benoit, famoso hombre de letras, el cual, en muchos pasajes de sus libros, revelaba cosas de la vida privada de ella, Marguerite Pantaine; desde hacia algún tiempo, ésta había tenido intenciones de habérselas cara a cara con la actriz; la atacó porque vio que huía; sino la hubieran detenido, le habría asestado otro navajazo.
Más de una vez  le confesó a Lacan:
“En el estado en el que me hallaba yo entonces habría atacado a cualquiera de mis perseguidores si hubiera podido dar con alguno o si me lo hubiera encontrado de casualidad”.
…Más de una vez… no sin un gesto de escalofrío, reconocerá que hubiera sido capaz  de atentar contra la vida de esos inocentes
Pero en el momento del acto se muestra agresiva, con odio contra su víctima. Sostiene sus afirmaciones delirantes con todo lujo de detalles ante el comisario, ante el director de la cárcel y ante el médico legista.
“El director de la cárcel y su mujer vinieron a preguntarme porqué había hecho eso, a mi me sorprendió ver que nadie reconocía el mal proceder de mi enemigo.”
En largas conversaciones con las compañeras de cárcel ella despliega su odio y ellas la alientan y aprueban.
Veinte días después se sorprenden, hacia las 7 de la tarde se puso a sollozar y a decir que esa actriz no tenía nada contra ella, que ella no debía haberla asustado.
Las compañeras se sorprendieron, no podían creerlo, se quedaron aturdidas y se lo fueron a contar a la Superiora de las religiosas que quería a toda costa mandarla a la enfermería.
Todo el aparato del delirio se derrumbó, no el tema central que se había construido en los últimos años a partir del estallido que provocan los embarazos.
Aimée ingresa al asilo de Sainte Anne 25 días después.

LA IMPORTANCIA CLÍNICA
DE LA FOLIE À DEUX  (delirio a dúo)

Desde comienzos del siglo anterior la psiquiatría había establecido la folie à deux como una de las formas más antiguas de psicosis. En 1873 Laségue y Falvet llamaron Folie à deux o locuras comunicadas.

Lacan en 1933 decía: Es posible que dos seres estuvieran afectados simultáneamente de locura, fenómeno que se produce electivamente entre deudos muy cercanos, padre-hijo, madre e hija, hermanos o hermanas.
El delirio que une a Aimée con su constelación de origen coloca el lazo que la une delirantemente al lugar de los hijos muertos. Recordemos que Aimée está destinada a sustituir a la hija muerta. Lleva el nombre de la niña muerta… Marguerite Pantaine.
La historia continuará y retornará a este acontecimiento. Vimos que del primer embarazo de Aimée, nace una niña muerta. Del segundo embarazo nace Didier Anzieu. Él dirá: “Esa hermana desaparecida… que había marcado el primer fracaso de los dos, siguió presente durante mucho tiempo  en los pensamientos y las palabras de mis padres. Yo era el segundo, al que había que vigilar y cuidar tanto más para ponerlo a salvo del destino desdichado que se había abatido sobre la primera. Sufrí sus temores de la repetición. Era preciso a cualquier precio que yo sobreviviera para que mis progenitores estuvieran justificados. Pero mi sobrevivencia  era a sus ojos aleatoria. La menor indigestión, la más pequeña corriente de aire me amenazaban. Eso me colocaba en una situación difícil, bastante particular. Tenia que sustituir a una muerta.

Todo esto nos lleva a rescatar el tema del delirio introduciendo un llamado, al modo de advertencia desesperada de la posibilidad de que un niño sea asesinado… y al surgimiento entonces del enunciado… Ella, la madre será considerada una madre criminal… hay que actuar… sino, será acusada de cobarde. ¿A quién advierte? ¿A quién avisa?
¿Consideramos el atentado como una producción dirigida a la folie à deux?
¿Sus escritos, que contienen, ese gusto por la escritura, donde intenta dirigirse a una comunidad más amplia, donde le muestra, ese regodeo casi sensible que le producen las palabras de su lengua, ese carácter de urgente necesidad personal que adquiere en ella la elaboración de la obra literaria son también una advertencia, que nos anuncia la caída en la crisis que mostró después la esterilidad de su pluma?
Cuando Lacan señalaba esto, al mismo tiempo nos mostraba parte de sus escritos, dirigidos a una comunidad que los podía alojar…
¿Qué quiero decir con esto?
Que estos escritos, como los de cualquier caso de paranoia femenina están dirigidos a mostrar… y usaré la fórmula que Lacan utiliza en 1955, para mostrar lo que habla en el delirio: “les habla de algo que le habló”… su escritura nos mostró ese lazo que produce la folie à deux, un mundo íntimo femenino que se desenvuelve fuera del elemento masculino.
Lacan señalaba que las novelas fueron escritas ocho meses antes del atentado, y expresan una aspiración amorosa, un sentimiento panteísta de la naturaleza, una expansión casi erótica que encuentra en la naturaleza  y que tiene todos los caracteres de una pasión, pasión que ha engendrado en ella el gusto por la ensoñación solitaria… un pensamiento fraternal, extravíos del alma romántica, una comprensión muy fresca del alma de la infancia, de sus placeres , de sus sinsabores, de sus secretos y de la vida campesina, con sus trabajos y sus días  en los que logra transmitir la presencia de una auténtica cultura del terruño.
Recordemos que estos escritos fueron realizados cuando ella abandonó su casa y se dirigió a París, seis años antes del atentado.
Dentro del escrito dedicado al invierno dice: “Ella puede escucharse a sí misma.
Romper, devolver su palabra, pero entonces  ¿qué hacer con este corazón ardiendo, con este corazón ávido que sin cesar estaría persiguiendo sombras?
¿Y por qué contener durante toda su vida los impulsos?
¿Por qué no confesar, no amar?
¡A quien amar!
Desnuda, totalmente desnuda, ella a quien un gesto vulgar lastima…”

Continúa con el tema del amor, el castigo y la muerte de la heroína y especialmente el tema de los sentimientos de la madre ante la muerte de la niña.

“Oh vosotros cuya maldad es inmunda, pensad en el calvario insensato de una madre…
Oh! Niña, oh muchachas que mueren, flores blancas derribadas por una guadaña sorda…
Estrechad el cadáver de esta niña.
Antes de que lo pongan en el féretro.
Llorad, clamad tanto, tanto.
Tendréis como consuelo
Un metro cúbico en el cementerio”.

“Una adulta gime por la muerte de su hijo en la guerra y se pregunta si no habrá modo de evitarla”.
Estos temas son los temas del delirio que se reiteran en sus diferentes escritos.

MOTIVOS DEL CRIMEN PARANOICO:

EL CRIMEN DE  LAS  HERMANAS PAPIN

Este trabajo nos permite una reflexión sobre los motivos del crimen paranoico y ha constituido una verdadera enseñanza de lo que implica tomar una posición intrusiva para introducirse en el mundo de seres oscuros y silenciosos que poseen un orden disparatado que gira alrededor de sus figuras instituyentes.
Un día en Francia se produce la matanza de Le Mans. El crimen fue realizado por  las hermanas  Christine y Lea Papin. Las dos hermanas, una de veintiocho años y la otra de veintiuno, han estado trabajando hace  siete años como criadas de unos honorables burgueses de la pequeña ciudad provinciana, un abogado, su mujer y su hija. Excelentes trabajadoras, criadas-misterio, se ha dicho; silenciosas… Lacan decía que este silencio, no podía estar vacío, incluso si era oscuro a los ojos de los actores.
Este tema vuelve a colocarnos en la huella del caso Aimée en el punto crucial de interrogar la maternidad intrusiva y el efecto sobre sus hijas colocadas en diferentes institutos o entregadas a familiares para ser criadas … siendo mayores las coloca para trabajar en casa de familia, las coloca, las descoloca… y ellas enfrentadas a otro tipo de maternidad, digamos más templada, se encuentran en la alternativa en principio de no entender lo que le están hablando… emanciparse, usar el dinero producto de su trabajo para ellas… ellas que no conocieron la operación de separación… que han vivido siempre encerradas, entregando el dinero a su madre, que han mantenido entre ellas un mundo cerrado de mujeres donde el elemento masculino no tuvo lugar.
La periodista Paulette Houdyer escribe una novela publicada por primera vez en 1966  bajo el título “Le diable dans le peau”. En 1988 reeditada y vuelta a publicar  bajo el titulo “L´affaire Papin”. Se vale de  una exhausta investigación a través de documentos, entrevistas, informes de archivo, relacionados con la familia Papin. Clemence Derée  y Gustave Papin tienen tres hijas. Emilia, Christine y Lea Papin. Clemence Derée    abandonó tempranamente a sus hijas. Emilia, la mayor, fue internada en el instituto del Buen Pastor de Le Mans cuando tenía alrededor de 9 o 10 años inmediatamente después del divorcio de sus padres. El Instituto del Buen Pastor era una institución religiosa donde eran alojadas mujeres de “mala vida”, prostitutas, delincuentes, era considerado un verdadero presidio. Su padre dudó siempre  de su paternidad con Emilia. Fue violada por él. En el texto figura como la pequeña amante de Gustave.
El padre aparece como un alcohólico, brutal, muy precozmente las abandonó Clemence Derée al separarse interrumpe toda relación con la familia Papin.
Christine, la segunda, fue entregada a su tía Isabel Papin a los 28 días. El llanto de Christine era un ruido insoportable para la madre y el padre, la entrega a su hermana,  con la que vivirá siete años, momento  en que su madre recibe de la Corte la tenencia, entonces decide colocarla en el Buen Pastor junto a Emilia donde permanecerá hasta los 15 años, edad en que su madre comienza a colocarla como criada.
Lea, después de la violación de Emilia será entregada por su madre a la casa de la hermana de su abuelo paterno, luego cuando muere su abuelo, su madre la coloca en un orfanato, que se caracterizaba por su espantosa miseria. Y cuando retira a Christine del Buen Pastor hará lo mismo con Lea para colocarla también como criada.
De esa época hay una escena de agitación y descontrol de la madre en presencia de sus 3 hijas, a quienes había amenazado con quemarlas.
Cuando la Corte le otorga la tenencia de sus hijas  retoma su nombre de soltera.
Pocos días después de esta sentencia judicial entrega a sus 3 hijas …colocadas en un orfanato para huérfanos y delincuentes…
¿Cómo no preguntarnos hoy por su elección?
En una carta de marzo de 1913 dirigida a una hermana se lee:
“Una pilluela ¿Podía yo desconfiar? Espero que ellas (las religiosas del Buen Pastor) la enderecen. Ella tiene el diablo en la piel”.
Años después Emilia decide tomar los hábitos y entra al convento Sor María de la Natividad. Se da el nombre de María y reconoce a Dios como padre. Clemence declara “para mí es como si me llevara a mi hija a enterrar”.
Christine anuncia su deseo de convertirse en monja como Emilia (habían pasado juntas 7 años). Clemence se opone y comienza su largo peregrinar por los diferentes empleos como sirvienta donde la ubica y  la retira ante el menor signo de influencia de los patrones sobre su hija. “Yo las coloco y las descoloco, entonces ellas no son  marionetas de otra mano. Ellas obedecen mis observaciones, por lo tanto no escuchan a otros”.
Los patrones las encontraban salvajes, los comerciantes juraban que estaban locas.
Se considera que en razón de la separación de Emilia y Christine, Christine toma a Lea como la razón de su vida.
Elementos que se pueden ubicar cuando la lleva a trabajar con ella y cuando 2 años antes del crimen va a la Alcaldía a pedir la emancipación de Lea aconsejada por la Sra.Lancelyn. Estas son las articulaciones que hacen al conjunto de esta locura colectiva.
Christine y Lea trabajaban en casa de los Lancelyn. Se avendrán a un orden casi religioso que no llamó la atención a nadie. Asisten a misa los domingos, no tendrán amistades, no se trataban con nadie en el vecindario, pasaban sus horas libres recluidas en su cuarto, cosiendo, bordando… como hacían en el orfanato. Aceptan la regla de convivencia que la señora Lancelyn le ofrece: “no esperen de mí ningún trato familiar”, pero aún así la Sra Lancelyn le ofrece un modelo de maternidad más templado, más apaciguado. Como consecuencia se pelean con la madre, se separan 3 años. El Sr.Lancelyn declaró durante el proceso “Esta disputa con la madre  ha agriado, por cierto, el carácter de las muchachas, que se han vuelto sombrías y taciturnas”.
Comienzan a llamar mamá a la Sra Lancelyn… quien las anima a guardar su sueldo para sí mismas, en lugar de entregarlo a su madre como estaban acostumbradas a realizar.
Dislocación de lugares que consideramos como una de las condiciones del pasaje al acto.
Hasta que un día la Sra Lancelyn encuentra un papel fuera del canasto de papeles y le hace una observación a Lea, la pellizca, la fuerza a arrodillarse para recoger el papel.
Lea le cuenta esto a Christine y le dice: “Esperemos que eso no se repita…otra vez esto no volverá a pasar”.
Este episodio fue vivido como una afrenta.
Lea declaró en el juicio que  esta manera de actuar la había sorprendido y vejado profundamente y siempre se me quedó en la memoria, le dije a mi hermana “que no lo vuelva a hacer o me defenderé”.
Mi hermana estuvo de acuerdo conmigo en que las patronas no tienen derecho a violentar así a sus domesticas. Igualmente yo le había hablado de ello a mi madre y ella también me había dicho que era necesario que si eso se repetía, me defendiera.
La Sra Lancelyn podía ser como su madre, mostró su poder,  su dominio, podía disponer de su cuerpo.
Christine dijo: “no me pondrá de rodillas quien quiera”.
Es en este punto que señalaba al comienzo una verdadera enseñanza que se extrae al considerar la intrusión en un mundo que retorna siempre a su lugar instituyente y si este es el de la folie à deux, nos fuerza a ubicar en este movimiento como se vuelve y se retoma el pacto inicial. Ese pacto que le otorga a la voz materna ese valor de sentencia que sostiene el pasaje al acto, esa voz que ratifica, que era necesario que si eso se repetía, se defendiera, tal como lo declara Lea.
¿Nos será necesario volver a recordar que el sujeto se constituye en un doble movimiento de alienación y separación coordinado por la castración, por la función paterna, por el mundo simbólico que articula el aparato de goce a partir del cual un sujeto se sostiene en el nombre propio porque cuenta con un significante que da razón a su ser, para que advenga un sujeto?
Lacan señalaba que cuando no se produce el advenimiento del sujeto como acto inaugural, acto que tiene el rasgo de un pasaje  al acto que llama pasaje al acto esclarecido… el ser del sujeto no se puede constituir.
No contar con ese lugar instituyente del Deseo de la madre para que pueda realizarse el camino de la simbolización que inscribe la ausencia, la presencia, que ubica lo real de su existencia y de su ser en el espacio y en un significante en el contexto de un discurso… cuando esto no ha tenido lugar en lo simbólico, lo que designa el ser del sujeto, vuelve suelto, errático, aislado… por ejemplo en el insulto, en ese sentimiento de vejación que la atrapa a Lea cuando la Sra. Lancelyn dispone de su cuerpo y en el que ella se defiende pensando que la patrona no tiene derecho a violentar a sus domésticas…y como ella misma declaró… esta manera de actuar me sorprendió… me había vejado profundamente y siempre se me quedó en la memoria.
¿Podemos nosotros imaginar en esta pequeña frase toda su existencia, su historia y su prehistoria? ¿Es este episodio el que tiene valor? … o es este episodio que se coloca en la fórmula que sin duda define una vida, inscripta en las miles de veces en que Lea… y todas ellas han sido vejadas, pellizcadas, obligadas a ponerse de rodillas…
Pero no olvidemos que eso que retorna en lo real designa al ser del sujeto… con su perplejidad, esa sensación de que el mundo o la realidad se vuelve enigmática. La perplejidad es el sentimiento de la inminencia de una respuesta… necesita una resolución.
Esa resolución tiene un tiempo bastante largo hasta llegar al crimen. En el caso de Lea, dos años antes Christine va a la Alcaldía para pedir la emancipación de Lea, tal como la Sra. Lancelyn se lo planteó.
La figura de la Sra. Lancelyn llama a una profunda reflexión que nos hemos hecho, sintetizo la pregunta esencial… cómo se le pudo ocurrir plantearle la emancipación  a dos seres oscuros, que no dirigían la palabra a nadie, seres de una vida ritualizada que viven enteramente replegadas sobre ellas mismas, que al ir a la Alcaldía la única consecuencia que sacaron es que el alcalde las perjudicaba en lugar de defenderlas, se las veía exaltadas, en una excitación que hizo decir a todos que eran dos chifladas… el comisario dijo que ya se había formado una opinión… esas dos muchachas eran unas perseguidas…
¿Qué pedían? La emancipación de Lea, esto es que Lea goce de una libertad más grande y pueda tener la libre disposición de su dinero. En la Alcaldía le preguntan si saben que quiere decir pedir la emancipación y responden que no, que no saben, no saben en que consiste precisamente la emancipación.
Lo que si era claro que eran dos locas exaltadas, perseguidas… al impacto de esto deciden llamar al señor Lancelyn para comunicarle el episodio, advertirle y aconsejarle… pero el Sr. Lancelyn opone cierta sordera… solo dice que son un poco extrañas.
Pasaron dos años y un día… un hecho fortuito… la plancha se descompone… se corta la luz. La descompostura ha sido provocada por una torpeza de las hermanas. La señora Lancelyn y su hija habían salido, al regresar se encuentran con el drama y se desata la orgía de sangre.
Las dos se abalanzan sobre la madre y la hija, les arrancaron los ojos, las cortaron, las tajearon, las remataron a martillazos particularmente en el cuerpo de la hija.
Mostraron un refinamiento de crueldad de los que la literatura médico-legal ofrece pocos ejemplos.
“Prefiero haberles quitado el pellejo a mis patronas a que ellas me lo hubieran quitado a mí o a mi hermana”.
Al juez no le darán ningún motivo comprensible de su acto, ningún odio, ningún agravio contra sus víctimas; su única preocupación parecerá ser la de compartir enteramente la responsabilidad del crimen.
Lacan se preguntaba si a alguien le ha preocupado las rarezas que presentaban…
¿Hoy nos preocupan? …o podrían quedar veladas…por el ideal de ayuda samaritana?
Los documentos que surgieron contienen los relatos de los meses de encarcelamiento, cómo se las aisló, las crisis violentísimas que presentaron, sus alucinaciones terroríficas. Crisis donde Christine intentó sacarse los ojos, sin conseguirlo, por cierto, pero no sin lastimarse… se entrega a exhibiciones eróticas… síntomas de melancolía, negativa a tomar alimentos, autoacusación, actos expiatorios de un carácter repugnante… Preguntaba cómo están de salud sus dos víctimas y declaraba que creía que las cree reencarnadas en otros cuerpos.
Decía: Creo que en otra vida yo debería ser el marido de mi hermana.
Lacan avanza en precisar las diferencias con el caso Aimée para señalar que el caso de las hermanas Papin se sale del marco de la paranoia para nombrar las parafrenias  agrupadas por el genio de Kraepelin y retoma la folie à deux como lazo en la psicosis.
En primera instancia Christine es condenada por el jurado a la pena de muerte y no quiere firmar el pedido de indulto. Se conmuta la pena por condena a perpetuidad de trabajos forzados en enero de 1934 y se las envía a la misma prisión… en mayo de 1934 Christine es hospitalizada y en mayo de 1937 muere a los 32 años. Lea sale de prisión en 1943 y vive en Nantes con su madre y muere en 1981 a los 71 años.
Lacan aportará nuevos elementos para pensar este tema, sobre todo para formalizar el campo de la paranoia femenina, la folie à deux y el pasaje al acto.
Por otro lado los aportes de Lacan sobre la relación madre hija contiene términos importantes que  nos permiten cotejar y enriquecer las psicosis. En 1973 nos habla de “estrago” y en 1975 Lacan decía: “tengo bastante experiencia analítica para saber hasta qué punto la relación madre-hija puede ser devastadora”.
En el lugar del estrago encontramos esta locura de dominio, de manipulación, de celos, de reivindicación, de usurpación.

Esta folie à deux encontrará su verdadera articulación cuando en 1975 Lacan vuelve a pensar la folie à deux como una estructura anudada de 3 términos, lo que nos permite volver a pensar la relación de Clemence Derée con las hermanas Papin en tanto Emilia toma los hábitos y como consecuencia el estilo de maternidad inquisitoria se hace más fuerte. El crimen de las hermanas Papin no puede ser leído sin considerar que las hermanas Papin eran tres, unidas en una verdadera articulación como consecuencia de la maternidad intrusiva e inquisitoria cuya dislocación delirante y vejatoria de todos los actos éticos que determinan a un sujeto constituyen los antecedentes que se encaminan al acto criminal.

El trabajo de Jacques Lacan fue leído a partir de los nuevos documentos que aportó la investigación del Cartel integrado por Jean Allouch, Eric Porge y Mallete Viltard que nos ofrecen los documentos del juicio realizado a las hermanas Papin, además de una serie de trabajos sobre el tema publicados por la publicación Litoral de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis entre otros el de Hélyda Peretti, y otros textos literarios sobre el tema como el de Jean Genet que escribió Las Criadas en 1947, estando en prisión condenado a cadena perpetua.