EL SUEÑO DE LA INYECCIÓN DE IRMA

EL SUEÑO DE LA INYECCIÓN DE IRMA

LOS SUEÑOS.

EL SUEÑO DE LA INYECCIÓN DE IRMA

El sueño: Descubrimiento freudiano y Retorno lacaniano a la luz de los tres registros: Real, Simbólico e Imaginario

Adriana Beuille (*)

Perla T. de Cheb Terrab (*)

Nancy Hagenbuch (*)

Nos referiremos al sueño de Sigmund Freud  del 23/24 de julio de 1895.  Sigmund Freud Obras Completas. Amorrortu Editores, Tomo IV.

El sueño inicial, el sueño de los sueños, el sueño inauguralmente descifrado es para Sigmund Freud el sueño de la Inyección de Irma. Hace de él el análisis más exhaustivo y coloca allí el descubrimiento del inconsciente. Jacques Lacan  rescata el momento de la creación y la posición del creador en una lectura guiada por su propia invención, la lectura del sueño a la luz de los tres registros:  Real, Simbólico e Imaginario.                     

Revelación de lo Real:  Freud sueña reprocharle a Irma no haber aceptado la solución que él le propone, Irma  se queja de dolor en la garganta, el vientre y el estómago y de una gran opresión.  Está pálida  y abotagada.  Habiendo conseguido que la paciente abra la boca en el sueño, lo que Freud ve al fondo, esos cornetes recubiertos por una membrana blancuzca, es un espectáculo horroroso  “… el abismo del órgano femenino del que sale toda vida, como el pozo sin fondo de la boca por donde todo es engullido y que trae también la imagen de la muerte en la que todo acaba terminado… Hay pues, aparición angustiante de una imagen que resume lo que podemos llamar revelación de lo real en lo que tiene de menos penetrante, de lo real sin ninguna mediación posible, de lo real último, del objeto esencial que ya no es un objeto sino algo ante lo cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan, el objeto de angustia por excelencia… Visión de angustia, identificación de angustia, ultima revelación del eres esto : Eres esto, que es lo más lejano de  ti…”                   

Allí nos topamos con lo imaginario, con una descomposición del yo del soñante a partir del punto de mayor angustia “… ya no hay un Freud, ya no hay nadie que pueda decir yo (je), aparece la serie de sus semejantes, sus iguales, de sus colegas, de sus superiores, vemos aparecer la serie de los yo, porque el yo esta hecho de la serie de identificaciones que han representado para el sujeto un hito esencial, en cada momento histórico de su vida…”, descomposición espectral que es definida como imaginaria y que cuando llega al punto culminante hace entrar el registro simbólico haciendo pasar la palabra, la clave, la solución del sueño.

Este es un sueño privilegiado para avanzar con el concepto de condensación. El sueño trae a diferentes personajes del entorno freudiano, una serie de mujeres: Irma paciente y amiga de la familia, la mujer de Freud, la hija de Freud amenazada de muerte por una enfermedad, una paciente cuya demanda de análisis es anhelada. Una serie de hombres: Otto, médico familiar, asiduo a hacer regalos, el profesor M destacada personalidad que no siempre comparte las opiniones de Freud, Leopoldo más sagaz que Otto.

¿ Qué pone en marcha el sueño?. La desaprobación percibida en la voz de Otto quien trae noticias de Irma, “anda bien pero no tanto”, Freud cree advertir cierta desaprobación en él o que ha participado en la burla del círculo de relaciones. Encontramos aquí un primer acercamiento al plano imaginario. En Otto se descompone el ego del soñante, Freud desaparece bajo esa imagen y es Otto quien asume el descontento de Freud consigo mismo en cuanto a la solución aportada por él para el tratamiento de las neurosis.

Influido por el deseo de librarse de su responsabilidad en el fracaso del tratamiento de Irma, Freud redacta la noche anterior al sueño un resumen de su conducción general. Tiene el sueño dirá Lacan para  iS – imaginar el símbolo,  poner el discurso simbólico bajo forma figurativa o sea el sueño y luego lo interpreta sI – simboliza la imagen.

En el sueño las condiciones de la realidad se ven sometidas a las condiciones imaginarias, es así que el ego de Freud esta al nivel de su ego despierto, como psicoterapeuta  e Irma como la paciente que es en vigilia. Freud avanza con la imagen horrorosa de la boca abierta de Irma, en su necesidad de ver, de saber, expresada en el diálogo del ego con el objeto. Cuando Freud evita el despertar, ya no cuenta, llama al profesor M,  este con su eminencia aportaría algo, llama a Leopoldo quien ganará a Otto con sagacidad en su intervención. Con estos personajes ridículos pero significativos por ser sede de las identificaciones del ego, Freud advierte que se le declara inocente de todo. Tres personajes femeninos acompañan a Irma, trío místico cuyo último término es la muerte. La amenaza de la muerte de una de sus hijas es para Freud un castigo por la torpeza al excederse en la dosis de un medicamento con una enferma del mismo nombre (una Matilde por otra).                  

La entrada en función del sistema simbólico  nos revela que lo que esta en juego en la función del sueño se encuentra más alla del ego,    “… En el instante en que el mundo del soñante se sume en el mayor caos imaginario entra en juego el discurso, el paso de una palabra representada en el sueño por la fórmula de la trimetilamina, una voz que ya no es sino la voz de nadie, hace surgir la fórmula como la última palabra de lo que está  en juego”, esta palabra no quiere decir nada  a no ser que es una palabra.  Palabra a través de la cual se declara el móvil secreto de este sueño. El objetivo perseguido por lo que Freud llama el deseo estructurante. El deseo surge en el momento de encarnarse en una palabra. Al igual que el oráculo, la formula no da ninguna respuesta a nada, pero la manera misma en que se enuncia, el carácter enigmático, sí es la respuesta  a la pregunta sobre el sentido el sueño.  En este momento original en que nace su doctrina se revela ante Freud el sentido del sueño: La única palabra clave del sueño es la naturaleza misma de lo simbólico.

Freud nos habla por intermedio de este sueño, sin saberlo, sin reconocerlo en un principio y reconociéndolo únicamente por el análisis del sueño, es decir, mientras nos habla. Se percata de estar diciéndonos algo que es al mismo tiempo él y ya no lo es: dirá Lacan hablando por Freud “Soy aquel que quiere ser perdonado por haber osado empezar a curar a estos enfermos, a quienes hasta hoy no se quería comprender y se desechaba curar. Soy aquel que quiere ser perdonado por esto. Soy aquel que no quiere ser culpable de ello, porque siempre es ser culpable transgredir un límite hasta entonces impuesto a la actividad humana. No quiero ser eso. En mi lugar están todos los demás. No soy allí sino el representante de ese vasto movimiento que es la búsqueda de la verdad, en la cual yo, por mi parte, me borro. Ya no soy nada. Mi ambición fue superior a mí. La jeringa estaba sucia, no cabe duda. Y precisamente en la medida en que lo he deseado en demasía, en que he participado en esa acción, y quise ser yo, el creador, no soy el creador. El creador es alguien superior a mí. Es mi inconsciente, esa palabra que habla en mí, más allá de mí”.

(*) Trabajo publicado en el períodico El Otro