El Punto de Almohadillado

El Punto de Almohadillado

Referencia de Autores y textos en la obra de Jacques Lacan

El Punto de Almohadillado” de Jacques Lacan y “Atalía” de Jean Racine

Beatriz Rajlin

“Pues bien, me digo lo siguiente ¿De qué partir? Y me pongo a buscar una frase, un poquito al estilo de ese seudo-Shakespeare en un bache de la inspiración, quien se paseaba de un lado al otro repitiendo: To be or not… to be or not… suspendido hasta que encuentra la continuación retomando el comienzo: to be ornot to be. Comienzo por un sí. Y como no soy anglófono, sino de lengua francesa, lo que me surge después es: Sí, vengo a su templo a adorar al Eterno.
Esto quiere decir que el significante no es aislable. Es muy fácil palparlo de inmediato. Detengan eso en Sí, ¿porqué no? Si tienen un oído verdaderamente parecido a una máquina, a cada instante del despliegue de la frase seguirá un sentido. Sí… tiene un sentido, que incluso hace quizás el alcance mismo del texto.”

Fue la ausencia de este inicial, señalado por Lacan, en las traducciones al español lo que me indujo la necesidad de su traducción a partir de la versión francesa. Esta traducción figura al final de este escrito.

Se trata de la primera escena de “Atalía”, la última obra teatral de Jean Racine (1639-1699), uno de los tres clásicos de la literatura francesa junto con Corneille y Molière.
Fue escrita a pedido de Mme. de Maintenon, última esposa de Luis XIV, para ser representada por las alumnas de Saint-Cyr, lugar educacional para señoritas modestas quienes, como parte de su formación, ofrecían representaciones ante la corte.

El tema de la obra es sencillo: se trata del triunfo de Dios quien, de la mano de aquellos que lo sirven, se venga de aquellos que lo desconocen.
Para esta puntuación nos interesa el primer acto: Abner, uno de los principales oficiales del ejército de Atalía, viene al templo para celebrar con el Gran Sacerdote Joad la fiesta de Pentecostés. El aparente tímido Abner trae un mensaje amenazante de Atalía y al mismo tiempo deplora con nostalgia la indiferencia de los judíos y los progresos del culto de Baal. Pero en su corazón seguía siendo fiel al viejo Dios. Joad le opone su fe en Dios, que sabrá vengar a su pueblo. El momento de actuar ha llegado. Él mismo tiene su designio: va a revelar a su mujer Josabeth que hará coronar al niño que ella ha salvado de la masacre ordenada por Atalía años antes. Se trata del nieto de esta última, Joas, rey legítimo de Juda, quien fuera criado secretamente en el templo bajo el nombre de Eliacin.

Este acto va a ser tomado por Lacan para puntualizar cómo debido a la fluidez de la relación entre el significante y el significado, esta puede llegar a deshacerse.
La fe, la buena fe mínima, implícita en el reconocimiento del otro, debe pautar las relaciones entre los seres humanos. Lo que faltaría en el delirio, dirá Lacan, sería la palabra base, la clave, la clavija última, más que la solución.

“Las significaciones elementales llamadas deseo, o sentimiento, o afectividad, esas fluctuaciones, esas sombras, incluso esas resonancias tienen cierta dinámica que sólo se explica en el plano del significante en tanto este es estructurante”.  “Es decir que “el significante es quien polariza, estructura, instala y crea el campo de la significación”.  

            Racine hace comenzar la tirada de Abner con un

             “Sí, vengo a su templo a adorar al Eterno…”.

Este sí inicial da la idea que la conversación ya había comenzado al levantarse el telón.
Lacan marca la ambigüedad del sí, en tanto puede ser un no o un tal vez. Esto atrapa la atención del espectador puesto que sólo sabrá el sentido de lo que se trata cuando haya terminado la frase, en un après-coup. Es el ordenamiento de la frase el que produce un enlace que sitúa en ella los distintos elementos.
Abner llega al Templo a adorar al Eterno. Viene a conmemorar con Joad la jornada en que fuera entregada la Ley en el monte Sinaí. Evoca los viejos tiempos en que

                        “el pueblo santo en masa inundaba los pórticos”.
Pero a continuación comienza su queja por la actualidad:
                        “Adoradores celosos: apenas unos pocos.”
…………..
                        “El resto por su Dios muestra un fatal olvido;
                        O incluso, se muestra solícito en los altares de Baal”.
Y produce un giro.
                        “Tiemblo porque Atalía”
…………..
                        “termine por fin sobre vos sus venganzas funestas”.

Desnuda su temor dejando deslizar el doble juego de la delación, la amenaza velada, el consejo prudente.
¿Qué responde Joad? ¿Admite, se da por enterado, toma nota, se aflige, se queja? Nada de eso. Remite a lo que escuchó del sujeto. Y le devuelve su palabra. Pregunta:

                        “¿de dónde os viene hoy ese negro presentimiento?”

No es una pregunta por los hechos, por las acciones de Atalía, de los cuales seguramente estaba bien enterado, sino que apela al sujeto expuesto en la representación del significante temor, e interroga sobre lo que al otro le inquieta, qué puebla “la masa amorfa de sus pensamientos”, para que diga lo que vino a decir.
Luego de una serie de informaciones, quejas, adulaciones y delaciones, retoma Abner su amenaza:

                        “Yo la observaba ayer, y veía sus ojos
                        lanzar sobre el santo lugar furiosas miradas”
                        …………..
                        “que sobre vos su furia está presta a estallar”.

            Va mostrando sus cartas. Para qué vino.
Pero Joad toca el significante. Da al tiemblo valor significante y lo retoma bajo el temor de Dios.

                        “Temo a Dios, querido Abner, y no tengo ningún otro temor”
                        ………………….
                        “Temo a Dios, decís, ¡su verdad me toca!”,
                        “He aquí cómo ese Dios os responde por mi boca”.

Joad inocula a Abner con el temor de Dios, ahí donde todos los temores se unifican, se aplacan y se disuelven. El temor de Dios reemplaza los temores innumerables por el temor de un ser único que sólo manifiesta su potencia por lo que es temido tras esos innumerables temores. “Es el significante, más bien rígido, que Joad saca del bolsillo en el momento preciso en que le advierten de un peligro”.  
Es el momento del “pase de prestidigitación. Transforma de un momento a otro, todos los temores en un perfecto coraje”. El temor de Dios, por obligatorio que sea es lo contrario de un temor.
Pero Joad también retoma la palabra celo. Y a través de ella propone a Abner:

                        “¿El celo de mi ley os sirve de adorno?”
                        ……………..
                        “La sangre de vuestros reyes grita y no es escuchada.
                        Romped, romped todo pacto con la impiedad”.

Abner retoma su queja: Dios no responde, los ha abandonado, no produce más milagros. Fuera de sí, Abner renueva los reproches por las promesas divinas no cumplidas.
Nuevamente Joad devuelve la pregunta al sujeto para que hable sobre la fe que parece poner en duda.

                        “¿Porqué renuncias a las promesas del cielo?”

Abner, interpelado en su fe, nuevamente presenta un doble juego. Qué será capaz Dios de reparar de la sangrienta matanza para restituir al Rey, y ahí cambia el sentido de su duda y Atalía aparece como la que pudo haberse equivocado:

                        “¡Ah! Si con su furia ella se hubiera equivocado;
                        Si de la sangre de nuestros reyes alguna gota escapada…”.

Aquí Joad no deja escapar su presa. Si bien percibe la pregunta por el gato encerrado, también hace girar el pensamiento de Abner para traerlo a su conveniencia:

                        “¡Y bien! ¿Qué haría usted?”

            Abner se desnuda:

                                                                       “¡Oh! ¡Día feliz para mí!
                        ¡Con qué ardor iría a reconocer mi rey!”
                        ………………………..
                        “Pero ¿porqué halagarme con vanos pensamientos?”

Contesta desde su antigua fe. Del Dios fiel en todas sus amenazas parte inoculado con su fidelidad vuelta a encontrar. “Transmutación del orden del significante en cuanto tal.” No recibe explicaciones, sino la consigna de asistir al templo con el mismo celo. Joad enuncia:

                        “Dios podrá mostrarle con grandes beneficios
                        Que su palabra es estable y no engaña jamás.”

Abner, sin comprender cuál será el beneficio, sale y va a reunirse con la tropa fiel atraído por la pompa solemne de ese día.
Ya no se trata más del diplomático doble agente que venía a investigar, a advertir. Los significantes esenciales aportados por el Gran Sacerdote: el temor de Dios, Dios habla por mi boca, la palabra que no engaña, las promesas del cielo, transforman el celo del comienzo, palabra ambigua y dudosa, capaz de sufrir todas las inversiones, en la fidelidad del final. Será en adelante, desde su puesto en la procesión, ese “irrisorio gusano de tierra” que servirá de sebo a la reina, quien terminará por sucumbir en ese juego.
La transformación es del orden del significante. Abner fue ensartado hasta llegar a ser ese gusano. En la transmutación de la situación por la invención del significante estriba todo el progreso de esta escena, dice Lacan, la cual de otro modo sería digna de los servicios de espionaje.
El punto de almohadillado es la palabra temor con todas sus connotaciones trans-figurativas. Alrededor de ese significante todo se irradia, se organiza, como pequeñas líneas de fuerza formadas en la superficie de la trama por el punto de almohadillado. “Es el punto de convergencia que permite situar retroactivamente y prospectivamente todo lo que sucede en este discurso”.
El punto de almohadillado es esencial en la experiencia humana porque la noción de padre está muy cercana a la de temor de Dios. Si Abner puede ser girado de su posición es porque en él se encuentra el significante padre (“pero su corazón sigue siendo fiel al viejo Dios”). Si no existiera en él esa función, los juegos significantes o no entrarían o serían otros.
La función del padre es el elemento más sensible, la clave, la clavija de la experiencia de lo que se llama el punto de almohadillado entre el significante y el significado.

1996

BIBLIOGRAFÍA

Jacques LACAN, El seminario Libro 3, Las Psicosis, Bs. As., Paidós, 1988
Jean RACINE, Athalie, Classiques Larousse, Montrouge (Seine), 1933
Ch-M. DES GRANGES, J. BOUDOUT, Histoire de la Littérature Française, Paris,

1949

JEAN RACINE, ATALÍA

Acto primero

Escena primera – JOAD, ABNER

Abner

Sí, vengo a su templo a adorar al Eterno;                                        Conmemoración
Vengo, según el uso antiguo y solemne,                                          de la entrega de
A celebrar con vos la famosa jornada                                             la Ley en el Sinaí
En que sobre el monte Sinaí la ley nos fue donada
¡Cómo cambiaron los tiempos! Tan pronto como de este día           Nostalgia por
La trompeta sagrada anunciaba su retorno,                                    los viejos
Del templo, todo adornado de magníficos festones,                        tiempos
El pueblo santo en masa inundaba los pórticos;
Y todos, ante el altar en orden introducidos,
De sus campos, llevando en sus manos los nuevos frutos
Al Dios del universo consagraban las primicias.
Los sacerdotes no eran suficientes para los sacrificios.                    A partir de la
La audacia de una mujer, deteniendo la afluencia,                          masacre por
tornó tenebrosos esos hermosos días.                                            Atalía,
Adoradores celosos: apenas unos pocos                                          diferencia con los
Osa de aquellos tiempos retrazarnos la sombra,                              viejos tiempos
El resto por su Dios muestra un fatal olvido;
O incluso, se muestra solícito en los altares de Baal,
Se hace iniciar en sus vergonzosos misterios,
Y blasfema el nombre que sus padres invocaron.
Tiemblo porque Atalía, para no ocultaros nada,                               TIEMBLO
A vos mismo del altar haciéndoos arrancar,                                     delación y
Termine por fin sobre vos sus venganzas funestas,                         amenaza
Y despoje los restos de un forzoso respeto.

Joad

¿De dónde os viene hoy ese negro presentimiento?                         devuelve al sujeto
su temor

Abner

¿Piensa Ud. ser santo y justo impunemente?
Hace mucho que ella odia esta firmeza rara                                   Posición de
Que realza en Joad el brillo de la tiara:                                          Atalía
Hace mucho vuestro amor por la religión
Es tratado de revuelta y de sedición.
Del mérito brillante esta reina celosa
Odia sobre todo a Josabeth, vuestra fiel esposa.
Si del gran sacerdote Aarón, Joad es sucesor,
De nuestro último rey Josabeth es hermana.
Matán, por otra parte, Matán, sacerdote sacrílego,                         quejas
Más malo que Atalía, la sitia a toda hora;
Matán, de nuestros altares infame desertor,
Y de toda virtud celoso perseguidor,
Es poco que, la frente ceñida de una mitra extranjera,
Ese levita a Baal presta su ministerio;
Este templo lo importuna y su impiedad
Quisiera anonadar el Dios que abandonó.
Por perderos no hay resorte que no invente;                                   delaciones
A veces os compadece, a menudo os alaba
Afecta por vos una falsa dulzura,
Y, por ahí de su fiel coloreando la negrura,
Tanto os pinta como temible ante la reina,
Cuanto, viendo por oro su sed insaciable,                                       adulaciones
Supone que en lugar que sólo vos conocéis
Escondéis los tesoros acumulados por David.
En fin, desde hace dos días, la soberbia Atalía
En sombría pena parece sepultada.
Yo la observaba ayer, y veía sus ojos                                              amenaza
Lanzar sobre el santo lugar furiosas miradas:
Como si, en el fondo de este vasto edificio,
Dios escondiera un vengador armado para su suplicio.
Creedme, cuanto más lo pienso, menos puedo dudar                       temor
Que sobre vos su furia está presta a estallar,
Y que la hija sanguinaria de Jezabel
No venga a atacar a Dios hasta en su santuario.

Joad

Aquel que pone un freno al furor de las olas
Sabe también de los malos detener los complots.
Sumiso con respeto a su santa voluntad,
Temo a Dios, querido Abner, y no tengo ningún otro temor,             responde con
Sin embargo rindo gracia al celo oficioso                                        el temor
Que de todos mis peligros os hace abrir los ojos.                            de Dios como
Veo que la injusticia en secreto os irrita,                                        significante
Que tenéis todavía corazón israelita.
¡Bendito sea el cielo! Pero esa secreta furia,
Esta ociosa virtud, ¿acaso os contenta?
La fe que no actúa, ¿es una fe sincera?
Ocho años pasaron, una impía extranjera
Del cetro de David usurpa los derechos,
Se baña impunemente en la sangre de nuestros reyes,
De los hijos de su hijo detestable homicida,
E incluso contra Dios levanta pérfido brazo.                                      Relata el
Y vos, uno de los soportes de este tembloroso Estado,                      asesinato
Vos, nutrido en los campos del santo rey Josafat,
Que bajo su hijo Joram comandaba nuestro ejército,
Que asegurasteis solo nuestras ciudades alarmadas,
Cuando de Ochosías el óbito imprevisto
Dispersó todo su campo con aspecto de Jehu:
“Temo a Dios, decís; ¡su verdad me toca!”.                                     Temor de
He aquí cómo ese Dios os responde por mi boca                                Dios
“¿El celo de mi ley os sirve de adorno?                                              El celo
¿Con estériles votos pensáis honrarme?
¿Qué fruto me vuelve de vuestros sacrificios?                                    Lo reta en su
¿Necesito la sangre de chivos y becerros?                                           fe
La sangre de vuestros reyes grita y no es escuchada.
Romped, romped todo pacto con la impiedad;
Del centro de mi pueblo exterminad los crímenes,
Y vendréis entonces a inmolarme las víctimas.”

Abner

¡Eh! ¿Qué puedo yo en medio de ese pueblo abatido?                         Retoma sus
Benjamín está sin fuerza, y Juda sin virtud                                       quejas y
El día que de sus reyes vio apagarse la raza                                      reproches
Apagó todo el juego de su antigua audacia.
“Dios mismo, dicen, se retiró de nosotros:
Del honor de los Hebreos antaño tan celoso,
Ve sin interés su grandeza abatida,
Y su misericordia finalmente agotada
No vemos más de sus temibles manos
Maravillas sin número asustar los humanos;
El arca santa está muda, no pronuncia más oráculos.

Joad

¿Y qué tiempo fue nunca tan fértil en milagros?
¿Cuándo Dios con más efectos mostró su poder?
¿Tendrás siempre ojos para no ver,
Pueblo ingrato? ¡Qué! ¿Siempre las grandes maravillas
Sin sacudir tu corazón golpearán tus orejas?
¿Hace falta, Abner, es necesario recordaros el curso                        Promesas
De proezas famosas cumplidas en nuestros días?                             cumplidas
De los tiranos de Israel las célebres desgracias,
Y Dios hallado fiel en todas sus amenazas;
El impío Acab destruido y de su sangre empapado
El campo que por el asesinato había usurpado;
Cerca de este campo fatal Jezabel inmolada,
Bajo los pies de los caballos esta reina pisoteada,
Con su sangre inhumana saciados los perros,
Y  de su horrendo cuerpo los miembros desgarrados;
Por mentirosos profetas la tropa confundida,
Y la llama del cielo sobre el altar descendida;
Elías hablando como soberano a los elementos,
Los cielos por él cerrados y de bronce tornados,
Y la tierra tres años sin lluvia ni rocío;
Reanimándose los muertos por la voz de Elíseo:
Reconoced Abner, estos trazos brillantes,
Un tal Dios, hoy como lo fue todo el tiempo
Sabe, cuando le place, hacer estallar su gloria,
Y su pueblo está siempre presente en su memoria.

Abner

Pero ¿dónde están esos honores prometidos a David
Y predichos incluso a su hijo Salomón?                                           Reproche por las
¡Ay! Esperábamos que de su feliz raza                                           promesas no
Debiera salir de los reyes una serie numerosa;                               cumplidas
Que sobre toda tribu, sobre toda nación,
Uno de ellos estableciera su dominación,
Haría cesar por todas partes la discordia y la guerra,
Y vería a sus pies todos los reyes de la tierra.

Joad

¿Por qué renunciáis a las promesas del cielo?                      Devuelve la pregunta al sujeto

Abner

Ese rey hijo de David, ¿dónde lo buscaremos?
¿El mismo cielo, puede reparar las ruinas
De este árbol secado hasta en sus raíces?
Atalía ahogó al niño incluso en su cuna.                                          Pregunta por el
Los muertos, luego de ocho años, ¿salen de su tumba?                     Gato encerrado
¡Ah! Si con su furia ella se hubiera equivocado;
Si de la sangre de nuestros reyes alguna gota escapada…

Joad

¡Y bien! ¿Qué haría usted?                                                              Apela al sujeto

Abner

¡Oh! ¡Día feliz para mí!
¡Con qué ardor iría a reconocer mi rey!                                           Contesta
Duda usted que a sus pies nuestras tribus solícitas…                       desde su
Pero ¿porqué halagarme con vanos pensamientos?                            Antigua fe
Deplorable heredero de estos reyes triunfantes,
Ochosías estaba solo con sus hijos;                                                relata la masacre
Por los rasgos de Jehu vi atravesar al padre;
Habéis visto los hijos masacrados por la madre.

Joad

No explico; pero, cuando el astro del día
Sobre el horizonte habrá hecho el tercio de su giro,
Cuando la tercer hora llame a la oración,
Encontráos en el templo con este mismo celo.
Dios podrá mostrarle, con grandes beneficios,
Que su palabra es estable y no engaña jamás.                                 Palabra que no
Andad: para este gran día debo aprestarme;                                   engaña
Y el alba ya blanquea la cima del templo.

Abner

¿Cuál será el beneficio que no comprendo?                                       Trasmutada la
El ilustre Josabeth dirige sus pasos hacia vos:                                  situación, no
Salgo y voy a reunirme a la tropa fiel                                               comprende
Que de este día atrae la pompa solemne.                                         pero va

OEUVRES DE JEAN RACINE, en Panthéon Littéraire, Littérature Française. Théâtre, Paris, Auguste Desrez, Éditeur, 1887.

Traducción de Beatriz Rajlin para la Biblioteca de  Discurso <> Freudiano, Escuela de Psicoanálisis.

Para trabajar el capítulo “El punto de almohadillado” del Seminario 3 de Jacques Lacan: “Las Psicosis”, Argentina, Editorial Paidós, 1988.