El Acto de Escribir

El Acto de Escribir

Veladas de Literatura <> Psicoanálisis

El autor y la producción
LACAN-BARTHES-FOUCAULT
La pregunta por la escritura

NSTITUIR COMO ENIGMA: EL AUTOR Y LA PRODUCCION

Olga M. de Santesteban

Esta presentación intentará abordar diferentes planos que articulan la pregunta por la escritura.
Las figuras de Freud y Lacan quedan en la historia del pensamiento como paradigmas de la relación con otros campos de saber y el modo en que ha situado al psicoanalista exige una nueva relación con los campos ya existentes de saber y la producción que en ellos se realiza.
Así la posición del psicoanalista no deja de estar atravesada por esta dimensión que caracterizó a Freud y que hace serie con Lacan.
Catherine Clément decía que Lacan había conservado de Freud la voluntad fundadora, fundar una institución, fundar su propio nombre… y que al igual que Freud, Lacan erigió su propia imagen, pero no era el narcisismo en el curso de su celebridad.
Ni Freud ni Lacan se complacían con los menudos placeres de la notoriedad, su fantasía era más loca: alcanza la memoria de los siglos; pide que el nombre de un hombre se convierta en el sinónimo de su tiempo…
En el caso de Lacan, tiempo de Michel Foucault, de Roland Barthes, de Lévi-Strauss, de Althusser, también de Dalí y Pi­casso se entrecruzan en sus textos y nos lanzaal desafío de recorrer, aproximarnos, situarnos en la coordenadas que definen su época.

 

LA PREGUNTA POR LA ESCRITURA
LACAN-BARTHES- FOUCAULT

Roland Barthes interrogando el proceso de la escritura decía que hablamos, nos graban, surgen diferentes versiones, se transcriben las frases y se prepara el texto para su publicación… embalsamamos nuestra palabra como a una momia para hacerla eterna.
¿Por qué escribimos?
Escribimos porque tenemos que durar un poco más que nuestra voz, estamos obligados, por la comedia de la escritura a inscribirnos en alguna parte.
Durar un poco más que nuestra voz puede ser una razón que sustenta la transmisión de un trabajo.
¿Cómo pagamos esta inscripción? ¿Qué otorgamos? ¿Qué es lo que ganamos?
Interrogantes inherentes a aquel que se coloca en la posición de autor de un texto.
Roland Barthes ofrece algunas respuestas…
La inscripción tiene sus trampas al fijar nuestros nombres en palabras y permitir la emergencia de una nueva nominación: somos autores.
Pero esa inscripción del nombre en una palabra que la fija es tramposa porque la palabra – sobre todo en público – es teatral, pide prestados sus giros y reescribe y al reescribir lo que hemos dicho nos protege, nos vigila, nos censura, tacha nuestras ton­terías, nuestras suficiencias, nuestras vacilaciones y también nuestras ignorancias.
Así la escritura ofrece un tiempo diferente, tiempo de pérdi­das, también de ganancias, podemos agregar aquello que nuestra voz no se permitió ofrecer a la presencia que escuchaba, pero ahora emerge un nuevo personaje: la figura anónima del lector.
En el campo del psicoanálisis esta figura anónima del lector va a encontrar su resonancia y su seducción en los significan­tes específicamente destinados al sujeto productor, el lector trabaja corno analista o está en posición analizante, se interroga por la producción y el goce y los nuevos medios de producción que Lacan diagramó.
Esta figura anónima del lector va a tomar un valor importante en los años 60 – como se ha dicho en la literatura, se trataba de hacer «del lector un escritor».
En Psicoanálisis esto va a tomar un lugar central dado que se trata de conectar al lector con el mundo de la producción.
El lector en psicoanálisis forma parte del acto de producción…    él llegará a ser semblant de la causa de la  producción, dado que es por el deseo del analista que adviene el sujeto como acto de lectura en un discurso.
Así que tenía que llegar el tiempo para que alguien en algún lugar creara un dispositivo para este sujeto productor…  Le tocó a Jacques Lacan en Francia, en los años 60.

Otro punto que  interroga Roland Barthes…
¿Qué perdemos en la escritura?,
Perdemos el rigor de nuestras transiciones.
Cuando exponemos nuestros pensamientos a medida que el lenguaje llega a él, luchamos a cielo abierto con la lengua para asegurarnos que nuestro discurso prenda, consista y que cada fragmento de ese discurso extraiga su legitimidad del desarrollo que se va produciendo en una directa seducción del interlocu­tor que escucha a través de nuestra voz.
Esto se pierde con la escritura.
Se pierde la voz… la modulación… el cuerpo… pero duramos un poco más que nuestra voz.

Jacques Lacan indicaba que los escritos no representan una historia del acontecimiento.
Los escritos son el acontecimiento.
Los acontecimientos son acontecimientos de discurso, con­llevan entonces las pérdidas necesarias… es un tiempo de transición… todavía sigue teniendo presencia el rescatar ciertos aportes, el mantener la desgrabación de determinado tema porque la interrogación que allí se produjo es atractiva, atrapante… este valor seductor de las palabras produce impasse… forzando para su resolución a la aceptación de colocarlo en otro lugar, ubicarlo en otro tiempo o bien decidir matematizar y en pequeñas fórmulas ofrecer lo que allí se produjo… Son estos avatares de la producción cuyos impasses enriquecen e instalan un estilo de trabajo.

¿Qué es un autor?
Michel Foucault ubica una serie de respuestas para cercar este interrogante que se verán enriquecidas con el aporte de Lacan al poder centrar en cada discurso el lugar de la producción y responder a través de los medios de goce a la pregunta por quién trabaja en cada discurso.

Allí el objetivo era cercar esta pregunta: ¿Qué es un autor?
Michel Foucault desarrolla una serie de argumentos a partir de la pregunta que toma de Beckett: «No importa quien habla, dijo alguien, no importa quien habla» en tanto entiende que se afirma aquí el principio ético, quizás el más fundamental de la escritura contemporánea.
La pregunta por quién es el autor conduce a:
• El nombre del autor: imposibilidad de tratarlo como una descripción definida, pero también imposibilidad de tratarlo como a un nombre propio cualquiera.
• La relación de apropiación: el autor ¿en qué relación se encuentra con la obra que produce? ¿Es el propietario o el res­ponsable de sus textos? Si no es ni su productor ni su inventor ¿qué es lo que permite decir que hay obra?
• La relación de atribución: el autor es sin duda aquel a quien se puede atribuir lo que ha sido dicho o escrito pero… la atribución incluso cuando se trata de un autor conocido, es el resultado de operaciones críticas complejas y muy pocas veces justificadas…
• La posición del autor: en el libro, en los diferentes tipos de discurso, en un campo discursivo… abre el interrogante: ¿Qué es el fundador de una disciplina?
¿Qué puede significar el retorno a… como momento decisivo en la transformación de un campo de discurso?
En cuanto a la escritura… se trata de la abertura de un
espacio en el que el sujeto que escribe no cesa de desaparecer… la marca del escritor no es más que la singularidad de su ausen­cia… necesita desempeñar el papel de muerto en el juego de la escritura.
¿Qué es una obra?
¿Acaso una obra no es lo que ha escrito aquel que es un autor?
Michel Foucault se pregunta: Mientras Sade no fue un autor ¿Qué eran entonces sus papeles?
Responde: Eran rollos sobre los cuales, infinitamente, durante sus días de prisión desplegaba sus fantasmas.
En una civilización como la nuestra hay cierto número de discursos que están provistos de la función «autor»… esta es característica del modo de existencia, de circulación y de fun­cionamiento de ciertos discursos en el interior de una Sociedad… no se forma espontáneamente como la atribución de un dis­curso a un individuo.
Es el resultado de una operación compleja que construye cierto ser de razón que se llama el autor… si bien es falso buscar el autor tanto del lado del escritor real como del lado de ese locutor ficticio… la función autor se efectúa en la escición misma, en esa división y en esa distancia.
En el orden del discurso se puede ser —el autor de algo más que de un libro— de una teoría, de una tradición, de una dis­ciplina… en cuyo interior otros libros y otros autores a su vez van a poder ubicarse… esos autores se encuentran en una posición transdiscursiva.
Hay autores que surgen con una cierta particularidad que es que no sólo son los autores de sus obras, de sus libros, han producido algo más: la posibilidad y la regla de formación de otros textos -(Se diferencian de un autor por ejemplo de novelas que en el fondo nunca es más que el autor de su propio texto).
Freud no es simplemente el autor de La Interpretación de los Sueños o Lacan no es el autor que produjo en psicoanálisis La instancia de la letra o la razón desde Freud.
Ellos establecieron una posibilidad indefinida de discurso.
Son instauradores de discursividad, fundadores de discursividad.       
La función autor, no es más que una de las especificaciones posibles de la función Sujeto.
Son estas algunas trazas que se encuentran en el sostén del trabajo que se va realizando y que no pueden quedar sin interrogar cuando se produce un texto.

1991

Cuando el acto de escribir…
                                           aspira a inscribir el ser.

Olga M. de Santesteban

Este trabajo intenta presentar una  reflexión que permita  bordear en qué dirección giran los hilos que tejen la escritura.
La historia de la escritura nos mostró que hasta finales del siglo XVII  escribir significaba, escribir para alguien, algo para transmitir a otros… escribir no era mas que el sostén de una palabra que tenia por finalidad circular en el interior de un grupo social.
Jacques Lacan recuperó este objetivo hasta lograr a traves de la letra, devolverle  a la palabra su dignidad… con el fin de volver a escribir los fundamentos del psicoanálisis… al establecer que el inconsciente y sus artificios se presentán como
 algo- a-leer.
Lacan pudo situar que el  gran descubrimiento freudiano del inconsciente, partió de establecer el campo de la letra… el inconsciente escribe, es efecto del lenguaje; hay una escritura en el inconsciente… su modo de abordarlo ya sea a traves del sueño o del síntoma,  fue encontrar la solución a traves de una fórmula escrita, tal como la desarrolló Freud en el sueño de La Inyección de Irma… la abordó a traves de la angustia, del amor, del goce , para abrir el campo del deseo del sujeto. Es a partir de esto que  formalizó nuevos  nombres para el inconsciente hasta situar la letra en el campo de lo real, que solo puede ser del orden de lo escrito y  que se distingue por una preeminencia del texto.

Cuando Jacques Lacan  aborda este tema, se dirige a la creación literaria para servirse del testimonio de los escritores… así aborda la letra y el deseo… con la seguridad de encontrar allí la escritura en su función de instrumento para atrapar al lector en un placer que lo cautivará, o lo hará estremecer… o le evocará sus recuerdos angustiantes, terroríficos, feroces o profundamente eróticos en su goce secreto.

Con James Joyce (1882-1941) dirá que la letra  es un desecho, donde la narración encuentra su raíz en el sedimento inmemorial de las lenguas en lo que antes era canto,  mito hablado, restos que una civilización  va depositando, restos en sentido arqueológico… son sus huellas.

Con Marguerite Duras (1914–1996) será la  historia de un amor… en su angustia y estremecimiento, en su ausencia y su dolor… un erotismo  donde la letra clama e invoca el objeto indescriptible del deseo que nos muestra el ser… que la escritura intentará escribir…

Así, un largo camino por autores decisivos en el orden de la creación con los que Lacan  recorrió el drama del deseo en la escriturá  poética de William Shakespeare, de Balzac, de Blanchot, de Racine, de  Poe, de  Gide, de Goethe… y tantos otros para atrapar la letra, esa  letra que sorprende, esa letra que marca el encuentro con lo imprevisto, con lo no calculado… esa letra que modifica a los seres tal como Lacan nos mostró  en La Carta Robada… aquellos que estuvieron en contacto con la carta recibieron su impacto y salieron transformados…

…era letra en sufrimiento… letra que llega siempre a su destino… letra que transforma, que cautiva, que fascina, que desafía, que precipita en sus abismos… letra que propone una encrucijada y su drama donde el sujeto padece los efectos de su determinación en sus actos, en su destino, en sus rechazos, en sus cegueras, en sus éxitos y en su suerte; a despecho del lugar que ocupa y aún de su sexo.
Letra que hace  padecer a  aquellos que los implica, letra que al pasar bajo su sombra se convierten en su reflejo… y al poseerla… es su sentido el que los posee…se sucumbe  a ella… porque la sombra no suelta su presa.

Metamorfosis increíble de los efectos de un texto con el que Jacques Lacan rinde su homenaje a Edgar Allan Poe (1809-1849).

Y es así como nos ocurre… un texto puede marcar un antes y un después, puede tocar la causa del deseo, puede cambiar el rumbo de una vida y puede constituirse en un verdadero encuentro tal como el amor…. hasta llegar a ser un verdadero acontecimiento.
Lacan nos mostró que a esa letra se la encuentra tras un largo proceso de trabajo y producción… se la reencuentra en ese ir y venir en las miles de relecturas y correcciones, allí donde se descubre el hueco de una falta, el arrebato de una palabra precipitada e inadecuada, allí donde la pasión le dío luz a la tontería…
En este trabajo de relectura hay figuras emblemáticas en la Literatura que nos muestra a los grandes escritores que han sido grandes correctores de sus libros.
Se dice que James Joyce realizó más  de veinte mil correcciones nuevas a las impresiones del Ulises.
El más desquiciado corrector de sus libros fué  Honoré de  Balzac (1799-1850), dijo:

…algunas veces  una sola  frase ocupaba toda la velada: la retorcía, la amasaba; la forma necesaria, absoluta, no se presentaba sino después de agotarse todas las formas aproximadas.

En esta ocasión recorreremos una serie de testimonios de autores que nos hablan de su obra y de su trabajo y nos permitirán atrapar cómo escribían, cómo producían en un constante trabajo de relectura y reescritura… trabajo que los acerca más al arte de la escultura, en el sentido, de ir sacando el material en bruto para descubrir lo que esta velado, para hacer invención de la letra que se revela en el mismo proceso de producción.

En El paso (no) más allá, Maurice Blanchot (1907-2003) decía:

Escribir es siempre ante todo, reescribir y reescribir no remite a ninguna escritura previa, como tampoco a una anterioridad del habla o de presencia o significación… al abordar lo que aún no existe… se inscribe en esa exigencia de retorno que nos arranca de los modos de temporalidad, ni siquiera el pasado o el porvenir o el presente de escritura… solo el exilio para tornar de nuevo a excentrarse, a vagar… para acoger asi, el enigma del ser.

En Confesiones de Escritores, encontramos el testimonio de Edgar Lawrence Doctorow (1931) que nos dice:

Una de las cosas que tuve que aprender como escritor fue a confiar en  el acto de escribir.
Tuve que ponerme en la posición de escribir para averiguar qué estaba escribiendo. Cuando escribo no pienso en el lector, no solo es cuestión de estar  en el lenguaje, o vivir en las palabras… durante meses escribí ciento cincuenta páginas para un libro, y las tiré a la basura, por que eran malísimas. Darme cuenta que estaba escribiendo un libro verdaderamente malo, provocó la desesperación que me permitió encontrar su voz genuina. Me senté frente a la máquina, casi con negligencia, y empecé a tipear algo mofándome de mis pretensiones de escritor… y ese algo resultó ser la primera página de El  libro de Daniel (1971). Lo que descubrí  en medio del tormento fue que Daniel debía escribir el libro, no yo. Una vez que obtuve su voz, pude seguir adelante. Esa es la batalla de la escritura. En la mente del escritor no hay lugar para el lector: no se piensa en nada, excepto en el lenguaje donde uno entra, donde uno está. La mente del escritor es el lenguaje del libro.

Junio de 2008